martes, 11 de agosto de 2009

El final de algo

Una mañana, ella me llamó llorando. Desesperada cogió el teléfono y me eligió de entre toda la gente que ella conocía para hablar de su pena. ¡Ven a mi casa! por favor -me dijo-. ¿Qué se supone que hacía en esa situación?, decidí esperar a que todo se calme un poco y le vuelvo a telefonear. Descubro que ella sigue llorando y exige mi presencia. Decido ir a ver qué pasa, no soy su amigo, no soy más que un compañero de curso que siempre está en la cuidad que estudia porque odia la ciudad en la cual viven sus padres, además de odiar a sus padres de un modo retorcido. Ella es de una cuidad cercana, un par de horas en bus. Llego a su casa, sudando y medio preocupado (solo “medio” preocupado porque aún no la he visto y puede que no sea algo tan grave). Recorro media cuidad a pie, vivo en el centro y ella cerca de la universidad. Uh, que fastidio de calor. Llego, ella llora desconsoladamente. Nunca sé lo que debo hacer cuando una mujer llora, ellas lloran de un modo que puede estremecer a otras personas (creo que por eso prefieren hacerlo solas o qué se yo). La abrazo o eso intento, mis brazos son torpes. Trato de transmitirle confianza y algo de calor, ella realmente se ve afectada. No sé lo que hay que hacer cuando un ser humano llora. Se me ocurre que debo mantenerme con los “ojos secos”, si bien no es algo muy empático de mi parte, ayuda a tranquilizar a la otra persona. No sé cuanto tiempo estoy allí, tratando de tranquilizar a esa mujer que llora. Se había hecho un corte en la palma de la mano, se notaba en la marca, una línea bien definida y muy gruesa, que en ningún momento dudó mientras deslizaba la hoja. ¿Qué voy a hacer sin mi primer amor universitario?, le hice esa pregunta y pareció confundirse, o quizás la distrajo de su sufrimiento, ah nunca lo sabré.
Pasando a mi vida y la razón de mi reclamo, ese día quedé de ir a tomarme algo con mis amigos, digamos, mis verdaderos amigos, ese día era el último que estábamos los tres en la ciudad y la última vez que nos veríamos hasta el año siguiente. Dejé de juntarme con ese par de amigos para ir al rescate de una damisela en apuros, una mujer que lloraba desconsoladamente por un amor que no la merecía, un amor que la había llevado a cortarse la palma de la mano. ¿Ahora quieres leer el final?. Ella llamó a su madre antes de llamarme a mi (algunas horas horas atrás), debe ir a buscarla al terminal porque ella llega en un rato más. Compramos algo para almorzar, cocinamos, almorzamos. Su madre se veía tensa, pude ver en sus ojos que lo único que quería era que yo me largara. La muchacha se despidió de mi, no supe en qué terminó el asunto y por qué razón exacta ella lloraba, quizás en algún momento me lo dijo, pero ya no lo recuerdo.

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