domingo, 21 de marzo de 2010

La teoría del tapón en el culo

En estos tiempos de temor nada mejor que confiar ciegamente en los consejos de algún amigo que pueda soltar cien datos (in)útiles en un minuto.
¿Qué? ¿tiempos de terror?. Seguro no has escuchado que se llevan a la gente, esos… ¿cómo se llaman? ¡ah sí! esos bichos alienígenas. Miré a mi amigo algunos minutos asombrado por su declaración, luego me reí de él hasta que se largó. Por supuesto lo ignoré, hasta que un buen día de verano me levanté con la sensación de haber envejecido muchos años en una sola noche. Y es que me desperté totalmente mareado, intentado expulsar algo de mi cuerpo aún cuando parecía estar vacío. Era un parque -muy bello por cierto-, con un sutil toque antiguo y exótico. Me venció el cansancio antes de que mis intenciones de vomitar tuvieran éxito, levanté la vista y allí, a mis pies, había varios espejos formados por agua cristalina. Estuve algunos minutos observando mi reflejo en cada uno de esos espejos, allí comprobé que de hecho había envejecido un poco. Sentí una respiración distinta a la mía y cuando quise voltear para ver a esa otra persona detrás de mí, se abalanzó sobre mi cuerpo y me cubrió con un abrigo grueso a la vez que me inmovilizaba sobre el piso. No le haré daño, tranquilo amigo -me dijo-. Fue después de escuchar esas palabras que reparé en mi estado real. Me encontraba desnudo, temblaba entre el piso, el abrigo y ese hombre que insistía en que me tranquilizara. Podía ver mi cabello húmedo cubriendo mi rostro, podía sentir cómo desde cada agujero de mi cuerpo escurría una sustancia viscosa. Me asusté por primera vez en años, volví a llorar como cuando era un niño y así me dormí profundamente.
Al abrir los ojos aquella mañana, un relámpago de ideas vino a mi mente. Recordaba muy poco acerca de mi vida antes de despertar en ese parque, así es que el instinto me dictó el resto. Por ningún motivo debía salir de aquel lugar, además tenía que esperar pacientemente a que regresaran por mí. Tenía que esconder mis ojos, tapar mis orejas, cerrar mi boca, cubrir mi nariz. ¡¿Y el tapón en el culo maldito loco?! -me gritó el tipo de la cama del lado-, yo le respondí cortésmente que eso lo habían resuelto “ellos”.

No hay comentarios: