martes, 6 de julio de 2010

Sistemas fiables

Ella caminaba bajo los balcones, le daba cierta sensación de seguridad, nada podía caer del cielo y dañarla si caminaba bajo los balcones de la ciudad.
ÉL gustaba de mirar por sobre la cabeza de las personas que paseaban por las calles, le fascinaban las mujeres que agitaban sus vestidos al caminar.
El atardecer le daba un aire nostálgico a la ciudad, ambos sonreían con la calidez de la última luz del sol de ese día.
Ella escucha un trueno y no puede evitar mirar al cielo. Él ve el rostro de una muchacha asomarse desde la calle en el momento en que un segundo trueno lo asusta y deja caer el tazón con café que sostenía. Ella mira al cielo, ve las nubes, al tipo del balcón y el tazón cayendo; cierra los ojos. Él corre escaleras abajo y tropieza en el último tramo, se golpea la cabeza, pero logra pararse y llegar hasta la mujer que está en el suelo, sangrando. Al verla allí no se le ocurre otra cosa que recostarse a su lado y dormirse allí. Ambos sangrando bajo la lluvia, sin preocuparse.

1 comentario:

Fernando dijo...

ahhhh, que horrible, esa sensación de frío que le da a uno cuando lee a Cortázar, con sus triquiñelas al final ¡Quién lo hiba a sospechar!
eres maliciosa, hacer sufrir de esa manera al lector ¡redudante como Borges! jijiji necesariamente este post, me recuerda a esa generación de Cortázar y Borges con sus cosas detrás que uno nunca esperaría, la destrucción del horizonte de expectativas