miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sonata I

Fue de madrugada, después de embriagar y llenar la mente del muchacho de halagos. Este sujeto tenía pinta de desgraciado, ojeroso y fumador, de mirada cansina y ropas en tonos tierra, chaqueta con hombreras y pantalón a tono, zapatos negros lustrados, peinado perfectamente alineado. El muchacho tenía dieciocho años cumplidos, tristes ojos verdes, sombrero de formas y ala redonda, de ropas holgadas. Fue en un recital poético que ambos se miraron por primera vez a los ojos, uno encontró la imagen viva de todo lo que había deseado, mientras que el otro reconoció un cuerpo virgen sobre el cual volcar sus ensayadas estrategias sexuales. El juego comenzó cuando el muchacho corría calle abajo acosado por un borracho delgaducho, con la piel oscura quemada por el sol, tambaleándose por la calle intentando tocar algo de ese muchacho tan puro que escapaba asustado. Desde la oscuridad de una calle desconocida el tipo de ropa café salió al rescate del asustado muchacho ¡oh la dicha de encontrar a un sujeto dispuesto a ayudar!, ambos subieron a un colectivo que se detuvo haciendo chirriar sus neumáticos, ambos se miraron e identificaron en sus rostros algo de alivio. Al bajar decidieron compartir una cervezas, entre una y otra los halagos terminaron emborrachando al muchacho que había bebido demasiado. Tambaleándose llegó al baño y se encerró para llorar, gritaba y hacía un berrinche porque no entendía cómo aquel hombre lo miraba con tanto deseo ¿qué tenía su cuerpo? ¿por qué aquel hombre decía algo que nadie nunca le había dicho? ¿por qué lo trataba con tanta consideración?, tantas preguntas y el llanto seguía vivo en su garganta, se sentía confundido, caliente. ¿Quieres que te lleve a tu casa? -preguntó el tipo de ropas café- el muchacho dijo ingenuamente que no quería irse a su casa y así terminó en la habitación de aquel sujeto. Sobre su cama bastó un café y música de la new age para comenzar a besarlo y a tocar su rostro con urgencia, las lágrimas del muchacho caían desde el borde externo de sus ojos hasta la cama, mojaban su cabello y sus orejas.

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