Rosas,
cuatro rosas robadas de una planta arrancada de raíz, presiento que será una
primavera larga. La estación comenzará el veintitrés de septiembre, a once días
de mi cumpleaños. Recibí té rojo en un paquete de papel café; amargo, de color cobrizo, muy parecido al té
común que se consume a diario. ¿Creerías, mi pequeño, que ya soy bastante más
grande de lo que creía hace poco? me dijiste que al leer mis textos te
excitabas, por lo tanto eran buenos ¿me mentías?, no quiero beber de halagos
malintencionados, no quiero inflar mi pecho de mentiras, no quiero dejar
escapar mi ego más que para conversar en delirios alcohólicos, no quiero acabar
promulgando mi propio talento profanado, mancillado, distorsionado. Es ya
bastante difícil caminar entre la baba que se cae de sus hocicos abiertos,
sobrepasar obstáculos que a ellos frenaron, pisotear la basura que ellos se han
encargado de esparcir. La locura, el alcohol no borrará tu obra, pero se
encargará de destrozarte, de convertirte en una inalcanzable estrella en
extinción; sobran los insultos que llevan tatuados a sangre en sus frentes
estrechas. He visto y escuchado cosas extrañas, estos dos días son el recuerdo
latente de aquellas alucinaciones. Escuché una risa proveniente de la nada, me
asusté. Hace un día escuché una conversación –con lujo de detalles–, no había
gente alrededor. Vi a una persona con chaqueta abultada, como la que uso, pero
en color café claro, esa persona se esfumó, no había más personas, estoy sola.
Había olvidado lo que se sentía mirar desde un lugar alto, queriendo abrazar el
reflejo de la luna debajo, en la dirección equivocada. Tengo los dedos
amarillos de tanto fumar, tengo todos los dedos con alguna clase de corte,
estoy tan triste, me siento enferma. No sé sí podría pedirte que olvidaras
aquello, me dijeron –tal vez para consolarme– que cada uno de nosotros era un
adulto, por lo tanto, sabe lo que hace. Sigo triste. Me duelen los oídos cuando
toso o carraspeo, siento que tengo la cabeza llena de flemas, no tengo la más
mínima idea “allá arriba”. ¿Por qué no siento hambre? estoy tan triste que mi
cerebro solo procesa peticiones de llanto. El gato se llena de canas, yo me
lleno de canas. Estoy besando a mi gato, me he vuelto loca, una clase de loca
mujer besa gatos. Siento frío, hay sol afuera ¿qué sucede en mi necio cuerpo?
No hay razones para que pasee por esta ciudad, todo se ha vuelto absurdo y
aburrido, me dan ganas de largarme, me dan ganas de asesinar al gato para
quitarle el sufrimiento, para que olvide la soledad que yo siento. ¿Cuándo nos
veremos? ¿cuándo tendré tu delicado cuerpo entre mis piernas?. Oh, te extraño
tanto, mis heridas están abiertas ¿por qué nos abandonamos? nos olvidamos de
nosotros, bajo la mirada y comienzo a llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario