viernes, 5 de mayo de 2017

Amor - Hongos [Tabla I: Muerte]



Te vienes a mi casa, vienes a por mí.
Delgado y hermoso, vienes aquí.
Y te amo, dentro de mí.
           
            Le inventaba la letra, se inventaba un significado para cada palabra que escuchaba en inglés, decía que su mente volaba con la amanita, que podía saber, entender el significado de todo lo que escuchaba, el idioma de los pájaros, el ladrido de los perros, el jadeo de los animales teniendo sexo; yo no le creía, pero era interesante escucharlo, oír la interpretación de todo lo que yo no podía, aquello que ignoraba de la tierra. Decía esto y aquello, todo el tiempo, todo el tiempo estaba en viaje, saltando de un lado a otro con las pupilas dilatadas, soltando disparates acaramelados sobre nosotros, un gran nosotros, un nosotros en la cama, en la calle, escondidos o visibles para el mundo, absorbiendo la vida de otros, tomándola para nosotros y nuestros viajes.
            Aquí viene amor, aquí viene, tómalo con tu boca y trágalo. Yo escuchaba sus pensamientos, me acercaba, recibía de su boca el regalo, regurgitaba luego de masticar y tragar el jugo, siempre iba él primero, siempre tenía que hacerlo e inventar las reglas. Me dijo incluso que debía volver, dejándome tirada para que continuara con todo lo que había dejado atrás. El viaje esa vez fue suave, él se tragó todo lo que tenía nuestro hongo para dar.         
¡Yo voy primero! le quité todo lo que llevaba encima, incluída la ropa, me tragué lo que encontré, un minuto masticando y él se acercó a recibir nuestro hongo de mi boca. Desnudo como estaba, se levantó y abriendo los brazos, su cuerpo se dividió en dos entes idénticos, de cuerpo completo, pero parecían más delgados que el original. Me tiré de espaldas en el suelo y pregunté cuál de los dos se quedaría, uno se sentó a mi lado y el otro comenzó a caminar cielo arriba, hacia la luna.
Realmente ninguno puede quedarse, escuchaba su voz en mi mente y entendía lo que significaba. Cuando comenzó a toser, ahogándose con cada espasmo, comprendí que se iría. Quizás lo que decía era cierto, quizás sí podía escuchar el idioma del mundo y del resto del universo.

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