El traje no era un problema, la camisa menos. Tenía zapatos, corbata y calcetines. Todo impecable. Afortunadamente era un sujeto con muchos amigos y, alrededor de los treinta, varios tomaban la iniciativa de comprometerse y casarse. En lo que iba del año, ya había sido invitado a cuatro bodas, la de hoy era la quinta y se sentía muy bien; sería un buen día y una excelente celebración.
En año nuevo decidió comprar un traje completo, algunos amigos le habían confidenciado un posible compromiso y, ni tonto ni perezoso, decidió comprarse un traje a la moda para asistir, además de un par de camisas, corbatas y calcetines; debía vestir bien para estar a la altura de la celebración, no todos los días se casa un amigo querido. Las fiestas le parecían ocasiones extraordinarias para desenvolverse socialmente, conversar y reír, hacer nuevas amistades y coquetear, ser agradable, beber, bailar, comer y disfrutar todo lo que pudiera.
El día, para él, comenzó temprano; a las seis de la mañana estaba levantándose para comenzar un grandioso día. La noche anterior había dejado todo lo necesario sobre el sillón, sólo debía ducharse y tomar cada prenda, ajustarla con cuidado y salir rumbo a la fiesta. Pensó que sería bueno desayunar café solo, así tendría el estómago liviano y buen ánimo para la gran celebración.
La ropa le quedaba estupenda, como de costumbre. Los zapatos brillaban con la luz del sol, como recién comprados. Parecía que desde el cuerpo le salían brillitos producto del buen ánimo que tenía.
Verificó que llevaba la billetera en el bolsillo izquierdo del pantalón, el celular en el opuesto, las llaves y una elegante chaqueta a juego. Se sentía nervioso y feliz, se casaba alguien a quien estimaba mucho; quería dar la mejor impresión desde el primer momento hasta el último. Ya en su vehículo, sentado cómodamente en el asiento del conductor, se miró en el espejo retrovisor y sonrió, pensó que todo había sido ideal por la mañana, pensó que todo era bello hasta ese momento, pensó que todo sería perfecto hasta finalizar el día: "un día dorado". El celular que llevaba en el bolsillo le molestaba un poco y recordó a los seguidores que tenía en redes sociales, todos ellos podrían agradecer que les dejara un fotografía suya en traje y en camino a la gran celebración; sonrió a la cámara, esperó a que la foto se subiera y dejó su teléfono sobre el asiento del pasajero.
Sonrió la mayor parte del camino, media hora de viaje. Había puesto la radio y cada canción era de su agrado, las reacciones en redes sociales se convertían en sonidos de notificación que acompañaban su camino. La última fotografía que tomó fue de una iglesia, decidió guardarla para publicarla al día siguiente.
Caminó hasta el edificio contiguo, entró y tomó una etiqueta que se pegó sobre el bolsillito del terno: "Hola. Mi nombre es:". Se acercó al mesón y se preparó un café, al fondo las sillas estaban dispuestas en círculo. Una mujer, la misma de las reuniones anteriores levantaba la mano, saludándolo: "Bienvenido a la quinta sesión de ayuda para mentirosos compulsivos".
III Mundial de Escritura - 2020
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