domingo, 24 de octubre de 2010

domingo, 10 de octubre de 2010

El encuentro de dos niños perdidos.

Aquella niña tan linda apenas tiene diez años, ella jamás se ha encontrado con otro niño, apenas si conoce a otros seres humanos y es que vive en una pequeña casa en medio del bosque de eucaliptos. Los padres de la niña casi nunca están en casa porque deben hacer trabajos importantes en los pueblos cercanos, uno de esos trabajos consiste en deshacerse de los niños que nadie quiere, así estos “abandonados” no andan vagando y molestando a la gente que resuelve asuntos importantes de sus vidas, otro de sus trabajos es transformar a esos niños en algo útil y así la familia obtiene algunas ganacias extra.

El niño de cabello enmarañado ha sido abandonado por su madre, apenas tiene cinco años. Una madrugada en que nadie la vigilaba, la mujer dejó a su hijo junto a los cerdos para que lo devoraran por la noche, aunque no contaba con que una madre puerca protegiera al “abandonado”, así este niño se salvó de un destino cruel para caer inevitablemente en uno peor. Tras algunos días de caminar sin rumbo, la familia de la niña del bosque lo encuentra y lo mete a un enorme saco que lleva la etiqueta de “insectos muertos” bordada a un costado. El niño apenas se mueve dentro del saco, no ha comido en días y el frío hace que sus extremidades le duelan.

La niña se acerca curiosa a lo que acaban de traer sus padres y ve unos delgados dedos que se asoman, rapidamente busca el martillo para golpear a aquel ser que balbucea y se estremece dentro del saco. ¿Qué clase de animal produce ese sonido tan extraño?, la niña se siente confundida, por un lado siente cierta familiaridad con aquel ser que sigue gimiendo dentro del saco, pero al mismo tiempo siente mucho miedo ¿y si “eso” la quiere devorar?. Quiero que me ayudes por favor, al escucharlo la niña se convence de que el contenido del saco no son insectos muertos y decide investigar, se lleva el saco a su habitación.

La niña busca en su casa dos platos, llena uno con restos de comida y otro con un poco de agua, los coloca cerca del borde del saco. El niño asoma su cabeza y con miedo se acerca a los platos, bebe de uno e intenta masticar algo del otro. La niña, fascinada, acerca su mano y acaricia la cabeza del extraño animal que se deja ver por la abertura del saco. ¡Mama papá! ¿puedo quedármelo?.

sábado, 9 de octubre de 2010

Mi almohada vomita mis sueños

Cuando las noches de luna llena permiten que la luz reflejada sea equivalente a “demasiada”, duermo con las cortinas de la ventana de mi habitación abiertas. Mi cabeza recibe los rayos de luna como una antena abierta a cualquier tipo de señal, augurando el desenlace de mis sueños. El gato lleva corbatín, pechera y faja, además de una elegantes botas blancas que le sientan perfectas a su traje; el gato debe asegurarse de que las cortinas permanezcan abiertas durante toda la noche, además de vigilar que el durmiente no sea tragado por la almohada, motivo por el cual lleva una pequeña daga que utilizará sin vacilar. La noche comienza y no es difícil caer en un profundo sueño. El gato empieza su turno de vigilancia y sus pupilas están dilatadas al máximo, sus orejas se mueven en direcciones contrarias analizando cualquier ruido que provenga desde la almohada del durmiente, ninguna interpretación es errónea, todos los sonidos deben tomarse en cuenta. El durmiente cae en trance, el gato permanece erguido, la almohada está tranquila.

Pasada la medianoche el gato salta sobre la almohada y es que ha intentado abrirse, ha intentado saborear la cabeza del durmiente. El gato saca su pequeña daga mientras el durmiente balbucea. La almohada consigue descoser aún más su enorme hocico, ya es suficiente para arrancar de un mordisco la cabeza del durmiente, incluso aparecen unos dientes afilados que facilitarán el trabajo. El gato está desesperado, no puede controlar la situación. El durmiente sigue susurrando: lily lily.

La cabeza del durmiente está dentro de la almohada, el gato decide recurrir a sus últimas fuerzas para cumplir con su deber. La daga atraviesa la blanda lengua de la almohada, algunos hilos salen disparados hacia la pared. El durmiente grita porque la almohada escupe su cabeza regalándole la última imagen de su maravilloso sueño. En la próxima luna llena, el gato estará mejor preparado.