viernes, 28 de mayo de 2010

Paseante ocioso [Parte I]

En la calle solitaria la luz parecía llegar sucia al suelo. Todo allí tenía un aspecto desagradable, adherido a las paredes y sobre el suelo, manchando el cielo. El humo venía de algún lugar cercano, lastimaba sus ojos. Ya podía enfocar la vista, intentó levantarse. Miraba fijamente sus pies, uno al lado del otro, sosteniendo su cuerpo débil y maltratado. Escupió un par de dientes y mucha sangre, levantó el brazo para limpiar con la manga de la chaqueta la sangre que escurría a través de la comisura de sus labios. Su mano era una forma grotesca, de tonos rojos y morados, palpitando animada por un corazón propio. Desvió la vista, eso era más de lo que podía soportar. Un par de pasos le significó un dolor agudo en el pecho, del lado izquierdo. ¿Fue la caída o la patada?, ya no lo recordaba.

lunes, 10 de mayo de 2010

El episodio del regreso

"Altruismo sexual: se produce cuando una persona
por su minusvalía,
temor a la perdida o el abandono
del objeto amado, se subalterniza
a los designios
eróticos de éste aunque no los sienta o comparta."


Y regresa por cuarta o quinta vez -no lo recuerdo-. Se sienta, camina por la casa, intenta entablar una conversación conmigo. ¿Es que no entiende que ya no lo quiero cerca?. No deja de moverse, saca una copa y baila con ella. Va a buscar la botella que traía bajo el brazo cuando regresó, la copa va a dar contra la pared. ¡Está derramando el vino sobre su cabeza!, se mueve lentamente, abre un poco su boca y bebe lo que cae en ella. Tiene los ojos cerrados. ¡Maldita sea!. La botella vacía se rompe al tocar el suelo, la soltó porque se acabó el vino. Se desnuda sin prisas. Ya no puedo aguantar todo esto ¡la última vez me dejaste porque no querías usar las cuerdas! ahora estás cubierto de licor y una gruesa cuerda cuidadosamente amarrada alrededor de tu cuerpo se tiñe de burdeo. Intento contener el deseo que impulsa mi cuerpo, pero es inútil.
Cuando todo termina desato cada nudo que mantiene la cuerda tensa sobre su cuerpo. Escucho un sollozo y conozco la razón. La última vez se quejó de todo, de mi cuerpo, de mi olor, de las cuerdas con las que intenté atarle, del vino, de la botella, de la copa y de la cama. Se fue, pero regresó pronto. No quizo someterse esa última vez, pero no le quedó alternativa al regreso. Si quieres algo, obtenlo a cualquier precio.