Leí, he leído
sobre la apatía y el nihilismo, sobre las posibles revoluciones dentro de
nosotros, con las que nosotros –los jóvenes− debemos cargar, pelear y ultimar.
Me parece absurdo intentar caminar sobre el pavimento que otros han puesto para
nosotros, si ellos se esforzaron por hacerlo ¿por qué nos serviría a nosotros
recorrerlo? Me han acusado de amarga, pesimista, desinteresada, agria, abúlica,
weona y depresiva; la explosión en conductas anteriores han templado mi
carácter y lo han hecho maleable para el propósito que me he impuesto por
delante. No les importa más mi progreso que el crecimiento de una semilla. He
escuchado de muchas apestosas bocas sobre lo que es correcto y lo que es inútil,
los pasos que debes practicar y cómo debes hacerlo ¿por qué las ganas
repentinas de escribir sobre estos temas, cuando jamás había dado luces de interés?
creo que estoy creciendo, madurando, transformándome en alguien serio que puede
pelear en contra de lo que venga, aunque
no pueda ver claramente los rostros de los pregoneros de tal desdicha. Puede
leerse ridículo y lo será, pues muchos de nosotros permanecemos ignorantes de
nosotros mismos y del resto. Puede sonar común porque, con mucha seguridad, lo
has oído antes. Pues no me da problemas comprobar que esto puede ser un mensaje
vano, deseo que leas e intentes identificar qué parte de todo esto has
presenciado.
Les vi, descubrí, que todos estos sacos de weas que se proclaman
escritores no son más que una piara, pero de los más salvajes animales. ¿Has
escuchado sobre la relación entre los cerdos y los asesinos? donde desaparecen
personas, hay siempre una granja de chanchos cerca, pero ten en cuenta que
antes de lanzarte con ellos, sacarán dientes, pelos y uñas: para mejor
digestión de los animales. Pienso ahora proclamar mi propio camino, como la
persona disciplinada que soy ahora, no quiero la misericordia o la
condescendencia de nadie, ni del más alto representante de este mundillo
mierdero en que se ha convertido el oficio literario. No dejes que te atrapen
los cerdos, aunque te saquen los dientes, las uñas y el pelo. Aunque estés
rodeado de ellos, existe aún la pequeña posibilidad de que algo renazca dentro
de tu cuerpo destrozado. No soy nadie ahora, quizás jamás te imaginaste que una
mujer de veintiséis años fuera capaz de escribir esto y es que ahora me perturba
la rabia. Me enerva escuchar a la gente hablar de sus pares como basura
miserable, me revienta la vena iracunda cuando leo que los únicos exponentes de
un evento literario son amigos entre sí y participan, cada día, de las mismas
conversaciones vacías, siendo los únicos rostros que veremos hasta nuestra
extinción a manos de estos mismos cerdos. Podría ser una jodida pérfida y
comportarme como tal, pegando tiros sin distinguir entre amigos o perros, pero
sería igual a ellos. Yo aprecio y respeto a todas las personas honestas, que
han hecho de la literatura su modo de vida, querido e invaluable; aspiro a ser
uno de ellos, sin el prejuicio del género o la edad, estoy ansiosa de trifulcas
y asesinatos.
Texto publicado en Revista Musaraña Nº131 - Diciembre 2013
Texto publicado en Revista Musaraña Nº131 - Diciembre 2013