lunes, 16 de junio de 2014

Estoy demasiado deprimido para asesinatos y trifulcas



         Leí, he leído sobre la apatía y el nihilismo, sobre las posibles revoluciones dentro de nosotros, con las que nosotros –los jóvenes− debemos cargar, pelear y ultimar. Me parece absurdo intentar caminar sobre el pavimento que otros han puesto para nosotros, si ellos se esforzaron por hacerlo ¿por qué nos serviría a nosotros recorrerlo? Me han acusado de amarga, pesimista, desinteresada, agria, abúlica, weona y depresiva; la explosión en conductas anteriores han templado mi carácter y lo han hecho maleable para el propósito que me he impuesto por delante. No les importa más mi progreso que el crecimiento de una semilla. He escuchado de muchas apestosas bocas sobre lo que es correcto y lo que es inútil, los pasos que debes practicar y cómo debes hacerlo ¿por qué las ganas repentinas de escribir sobre estos temas, cuando jamás había dado luces de interés? creo que estoy creciendo, madurando, transformándome en alguien serio que puede pelear en contra  de lo que venga, aunque no pueda ver claramente los rostros de los pregoneros de tal desdicha. Puede leerse ridículo y lo será, pues muchos de nosotros permanecemos ignorantes de nosotros mismos y del resto. Puede sonar común porque, con mucha seguridad, lo has oído antes. Pues no me da problemas comprobar que esto puede ser un mensaje vano, deseo que leas e intentes identificar qué parte de todo esto has presenciado.               
Les vi, descubrí, que todos estos sacos de weas que se proclaman escritores no son más que una piara, pero de los más salvajes animales. ¿Has escuchado sobre la relación entre los cerdos y los asesinos? donde desaparecen personas, hay siempre una granja de chanchos cerca, pero ten en cuenta que antes de lanzarte con ellos, sacarán dientes, pelos y uñas: para mejor digestión de los animales. Pienso ahora proclamar mi propio camino, como la persona disciplinada que soy ahora, no quiero la misericordia o la condescendencia de nadie, ni del más alto representante de este mundillo mierdero en que se ha convertido el oficio literario. No dejes que te atrapen los cerdos, aunque te saquen los dientes, las uñas y el pelo. Aunque estés rodeado de ellos, existe aún la pequeña posibilidad de que algo renazca dentro de tu cuerpo destrozado. No soy nadie ahora, quizás jamás te imaginaste que una mujer de veintiséis años fuera capaz de escribir esto y es que ahora me perturba la rabia. Me enerva escuchar a la gente hablar de sus pares como basura miserable, me revienta la vena iracunda cuando leo que los únicos exponentes de un evento literario son amigos entre sí y participan, cada día, de las mismas conversaciones vacías, siendo los únicos rostros que veremos hasta nuestra extinción a manos de estos mismos cerdos. Podría ser una jodida pérfida y comportarme como tal, pegando tiros sin distinguir entre amigos o perros, pero sería igual a ellos. Yo aprecio y respeto a todas las personas honestas, que han hecho de la literatura su modo de vida, querido e invaluable; aspiro a ser uno de ellos, sin el prejuicio del género o la edad, estoy ansiosa de trifulcas y asesinatos.

Texto publicado en Revista Musaraña Nº131 - Diciembre 2013