jueves, 29 de julio de 2010

Amor, regálame cardos.

"El cardo ha destronado a los niños que fuimos
y fantasmas perdidos en el reino del cardo"
Enrique Lihn

Cuando le conocí era solo un niño, de esos niños flacuchos que asesinan animalillos porque se les da la gana. Al crecer “cambió de bando”, ya no dañaba a los animales, ni a las plantas y qué decir de los seres humanos, él prefería dañarse a sí mismo. Cuando me reencontré con él -siendo yo un adolescente insoportable- me regaló algunos cardos, yo no sabía qué hacer con ellos, no pude sostenerlos mucho tiempo en mis manos y terminé dejándolos caer a mis pies; el muchacho se arrodilló frente a mí y recogió los cardos, me miraba de reojo y seguía por la labor de reunirlos en sus manos. Yo estaba totalmente perdido en ese estimulante ritual cuando él me miró a los ojos algunos segundos. Ahí, arrodillado frente a mí, me propuso un desafío en el juego que más le gustaba. Era muy simple, ganaba el que resistía más tiempo sin reaccionar. Cuando ambos estuvimos preparados, comenzamos a empuñar nuestras manos alrededor de un montón de flores secas de cardo, sangrábamos, dolía cada segundo de esa tortura elegida ¡y no por nada le dicen abrepuño!. Él siempre sonreía y esa primera vez ganó.
De ahí en más siempre ganó el juego, cada vez que nos veíamos había cardos secos entre nosotros, manos dañadas por espinas secas y todas esas cosas que hacen los amigos… ¿en ese punto aún éramos amigos?.

jueves, 22 de julio de 2010

50 ¿Lucky number?

Llegó la entrada número 50 y estas cosas pasan sólo una vez, como la primera cogorza, el primer orgasmo literario, el primer rechazo luego de intentar forzar a alguien... ¡qué cosas aquellas! ¡qué jodidos recuerdos!.

Comencé a escribir porque sí, sin pretender cambiar algo, sin aspirar a tener lectores, sin esperanzas ni metas ¿qué puede ser más deprimente que comenzar algo porque te despertaste transpirando y pensando que podías ordeñar inspiración de esa situación?... los abandonos, los golpes, las mordidas y la sangre mezclada con humo de cigarrillos deja una profunda marca que debes retransmitir al mundo, y no es que creas que al mundo le importa, es precisamente porque no le importas a nadie que todo esto resulta inusualmente atractivo. Escribir porque se tiene un deseo de ser alguien -gracias al oficio- es una fantasía, un cuento que siguen creyendo algunos ilusos del mundo ¿qué cambias sentándote a escribir sobre las maravillosas cosas que te entrega la vida? ¿qué cambias cuando escribes? ¿qué acción llevas a cabo cuando escribes?.
Escribir y sentir que eres importante ¡patrañas!, escribir y decirle al mundo que eres importante por eso ¡bah!, y qué decir de creerte el cuento ¡prepárate que mientras más alto creas estar, más te jodes al caer!.

Suerte por el 50, cincuenta tragos directo a la garganta, mil palabras que se revuelven cuando estás ébrio y todo sigue allí, como la primera vez.

sábado, 17 de julio de 2010

Los monstruos ya no son los de antes.

Paulita caminaba a su casa. Paulita vencía cada día su miedo al hombregato para llegar a su casa. Paulita tenía un grupo de amigos que también temían al hombregato.

La niebla se arrastraba a esas horas de la tarde, parecía una cortina gris que antecedía la aparición del temible hombregato. Los maullidos asustaban a cualquiera que caminara a esas horas por las estrechas calles del pueblo, ese molesto sonido que parecía venir de todos los lugares a la vez. Los niños corrían a sus casas porque escuchaban los pasos del hombregato, pasos que hacían que la tierra temblara. Algunos niños no regresaron jamás a sus casas, el hombregato los secuestró para comérselos. Cada vez que los niños salían a jugar, algunas calles más allá esperaba el hombregato a que algún niño decidiera irse solo a su casa. ¡Qué festín se dará esta noche!.

martes, 6 de julio de 2010

Sistemas fiables

Ella caminaba bajo los balcones, le daba cierta sensación de seguridad, nada podía caer del cielo y dañarla si caminaba bajo los balcones de la ciudad.
ÉL gustaba de mirar por sobre la cabeza de las personas que paseaban por las calles, le fascinaban las mujeres que agitaban sus vestidos al caminar.
El atardecer le daba un aire nostálgico a la ciudad, ambos sonreían con la calidez de la última luz del sol de ese día.
Ella escucha un trueno y no puede evitar mirar al cielo. Él ve el rostro de una muchacha asomarse desde la calle en el momento en que un segundo trueno lo asusta y deja caer el tazón con café que sostenía. Ella mira al cielo, ve las nubes, al tipo del balcón y el tazón cayendo; cierra los ojos. Él corre escaleras abajo y tropieza en el último tramo, se golpea la cabeza, pero logra pararse y llegar hasta la mujer que está en el suelo, sangrando. Al verla allí no se le ocurre otra cosa que recostarse a su lado y dormirse allí. Ambos sangrando bajo la lluvia, sin preocuparse.

lunes, 5 de julio de 2010

Regla 70:

Los clientes de tu bar habitual son una prolongación de tu familia. Son tus padres, madres, hermanos y hermanas. La única diferencia es que con estas hermanas puedes acostarte. Y si estás borracho perdido, con las madres también.


¿Esto resume mis últimas "salidas"?...