miércoles, 30 de diciembre de 2009

El ojo morado que merezco: de regreso a casa.

Digamos que recuerdo más de la mitad del camino recorrido, digamos que esa sangre que manchaba mi ropa no era mia, digamos que te amo tanto como me amas.
Nunca fue fácil explicar las cicatrices que adornaban mi cuerpo, mucho menos si debía explicarlo una o dos veces al mes. Siempre había alguien cuidando de mi cuerpo, siempre me esperaban ojos cansados de muchachos lindos. El problema no era conseguir compañía ni matenerlos atados a mi cuerpo, nunca fue problema dañarlos y fingir amnesia. ¡Ja!.
Llegué y el cuarto estaba vacío, la puerta del baño abierta y la luz encendida. Me acerqué curioso, casi apostando que el muchachito me había abandonado. Asomé la cabeza y lo vi en el suelo. Atiné a levantarlo y acostarlo sobre la cama, revisé sus brazos y su cabeza. Al parecer solo era un desmayo. Cuidé de él toda la noche y decidí retenerlo a mi lado. Cuando desperté me preguntó por la sangre seca de mi rostro, yo le pregunté si había dormido bien. Nuestros rostros estaban cansados, nuestros cuerpos clamaban por sueño. Lo abracé. El amor tiene mil formas y la mitad de ellas tienen moretones.

martes, 22 de diciembre de 2009

Consejillo del vagabundillo medio loco

No vale la pena perder la vida por defender algo material, pero cuando tienes algo con qué defenderte, hazlo, ¿palo?, québrales las piernas ¿arma? dispárales en los pies.
A ver si les quedan ganas de seguir robando con un hueso fracturado o si quedan cojos.
Siempre recuerda que los héroes muertos no pagan deudas ni mantienen familias.


Nota mental: anotar con lujo de detalles las circunstancias que rodearon este inusual encuentro.

jueves, 17 de diciembre de 2009

El alocado ruido del mal

Al mirar el cielo, hasta donde pude ver, todo el cielo era gris ese día. Bajo mis pies había un suelo suave, era agradable caminar y dejar que mis pies se enterraran ligeramente en la interminable playa. No lo había notado, no importaba en realidad, en ese momento todo aquello era una ilusión bastante molesta. El sonido del agua marina chocando contra el borde de la playa llegó a mí bastante amplificado, me asusté porque el sonido sugería que el agua estaba peligrosamente cerca. Traté de tranquilizarme, intenté regularizar mi inspiración y hacer pausada mi exhalación. Miraba al cielo que se movía distorsionado, aullabando por el movimiento que se le obligaba a realizar. Podía distinguir perfectamente el final del cielo ¡justo encima de mi cabeza! llevándose todo el mal que se había acumulado dentro de mis manos.

[Continuará]

jueves, 22 de octubre de 2009

Saturno dice: estoy jodido.

Garabateaba dentro de la habitación. Me sentía flotando en la atmósfera tóxica de ese dañino día. No es que quisiera perderme, pero su mente ya no funcionaba como de costumbre. Suele suceder -le dijeron-. Eso funcionaba a la perfección, con engranajes poderosos, tramas complicadas de “cosas”, asuntos que no entendía. ¿Se acababan los días de grises amaneceres? ¿se acabaría la angustia corriendo por ahí desbocada?. Era extremadamente curioso, a pesar de la sonrisa que mostraba al mundo, Saturno estaba (gravemente) trastornado. Miraba a la nada, miraba el humo, miraba el techo y veía miles de amenazas mientras una muchacha rubia era ajena a su dolor. Aún recuerda la locura inundando cada cabello de su cabeza, sus manos temblando y el techo dando vueltas, ese frío recorrer su cuerpo una y otra vez, aquella rubia mirando de vez en cuando con esos preciosos ojos verdes. No era un sueño, no era una visión de muerte provocada por la locura, no era nada de eso que mencionan los románticos ¡malditos románticos!. Incapaz de olvidar, se obligó a tener su recuerdo en la memoria, aunque iba en contra de su filosofía de vida -“no sufras innecesariamente”-. Eso fue todo, desde el frío comienzo hasta el cálido final, desde su presencia hasta su cabello enloquecido al viento. Seguía caminando sin rumbo, pasos rápidos y desesperados, inspiraciones cortas, ojos perdidos en la noche azulina. Tay cagao! -me dijo la muchacha-. O jojo, y no es chiste -le respondí, mientras acercaba a mis labios un vaso de vino-.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Ser un profeta sin una esquina en la cual gritar (Notas sobre la "Legión de los Pirados").


El tipo gritaba que el mundo se acabaría, que seres de apariencia chistosa y muy malos decidían sobre nuestro destino, que el cielo en realidad era morado y que no lo veíamos de su color real porque nuestros ojos imperfectos permitian las aberraciones cromáticas, que todo era una gran conspiración y que él tenía la verdad guardada bajo su sombrero (que por alguna curiosa causalidad, era de aluminio). ¿Cómo llegó a ese estado?, me quedé mirándolo durante un rato mientras reflexionaba el asunto. Quizás vio algo que no debía ¿un alienígena descendiendo de su nave?. Quizás estaba en el lugar y segundo equivocado ¿le pegó un rayo que le quemó el pelo y de paso lo dejó "tocado"?. Quizás algún golpe cuando pequeño ¿acaso su hermano lo empujó escaleras abajo y cuando despertó llegó a la conclusión de que había algo que lo observaba?. Miré al cielo y pude ver con claridad el rostro de una especie de alienígena proyectada sobre la luna. Me asusté en serio y bajé la vista inmediatamente, traté de regularizar mi respiración y despejar mi cabeza mirando a las palomas que picaban un par de migas de pan. Inspiré profundo antes de volver la vista al cielo, tres, dos, uno... miré al cielo y ese rostro seguía allí, "eso" se burlaba de mi, tenía una mueca retorcida. Grité y corrí como alma que lleva el diablo, trataba de alejarme de "eso", pero seguía escuchando sus carcajadas. Al llegar a mi casa me encerré en una habitación sin ventanas y me dediqué a confeccionar un bonito sombrero de aluminio. Recién en el momento que acomodé el artilugio de aluminio sobre mi cabeza, pude sentir que mi miedo desaparecía, me sentía aliviada. En un momento, una idea fugaz pasó por mi cabeza: por fin entendía de qué iba eso de la conspiración. Ahora que por fin poseía el conocimiento de la verdad absoluta, y que estaba bien guardada bajo mi casco de aluminio, ¡debía compartir mi conocimiento con el mundo!. Salí de mi casa y con paso seguro me dirijí a la plaza más cercana. ¡Yo sé toda la verdad! ¡los tipos de la conspiración tienen rostro chistoso, pero son muy malos, muy malos!.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La senda del mal.

[Continuación]
Mis ojos iban de una lado a otro y es que aquel día me sentía perdido, totalmente desorientado. No tenía claro qué estaba haciendo allí, no recordaba a qué hora había invitado a las nenas que tenía a mi lado, tampoco recordaba cómo había llegado a ese local. El humo de miles de cigarrillos dejó mi mente nublada, nada en aquel ambiente me había fácil la tarea de mantenerme conciente. Me levanté con la idea de salir del lugar, apenas me levanté, un mareo me hizo caer. Sentí a lo lejos un par de voces femeninas, me pareció oírlas gritar.
- Amor, despierta.
- ¡Maldita sea!, te dije que nunca me despertaras.
- Lo siento, pero no me dejabas dormir con tu gritos.
Esta historia tiene un final, pero no es algo que se pueda contar. ¡Quédate con las ganas!.

lunes, 7 de septiembre de 2009

¿Otra vez?, desafortunadamente sí.

Uy, creo que fue un golpe muy fuerte o algo equivalente, pues no hay otra forma de explicar el chichón. Al despertar me sentía algo mareado, decidí sentarme mientras se me pasaba. Miré al techo y fijé mi mirada en una flor escarlata que colgaba en una esquina de la ventana, me perdí en sus pétalos un buen rato...

-¿Sabes? creí que eras diferente, pensé que las palabras de tu poesía eran fieles y sinceras.
-Lo eran, en el momento que las susurraba en tu oído.
-¿Ahora no? ¿anoche no?.
-No.
-¡¿Qué?! ¡me largo! muérete con esas palabras malditas que salen de esa mente enferma.
-No tienes que irte.
-Tenía fe en que podía conquistar tu corazón.
-Sabes bien que no puedo amar. Tu te arriesgaste, lo sabías y aún así viniste a mi.
-¿Me estás culpando?
-No, pero no tienes que irte.
-Jódete.

Esa última palabra la dijo desde la calle, yo asomaba mi cabeza a través de la ventana. Creo que fue allí cuando cedió el macetero que ese muchachito insistió en colocar sobre la ventana. Esas flores se ven geniales colgando -me dijo-, yo le hice caso y ahora esa flor escarlata que crecía en el macetero que cayó sobre mi cabeza, estaba atrapada en la ventana, sin la planta que la sostuvo durante el breve lapso que ese muchachito me miró con ojos compasivos.
El mareo seguía allí. La flor escarlata seguía allí. El muchachito ya no estaba, pero vendrían otros.
Así de simple es vivir.

lunes, 31 de agosto de 2009

El sol, el error y la revelación.

Esta vez miraba al horizonte con un rostro más triste de lo normal. Nuevamente estaba solo. La gente soporta a mi lado muy poco tiempo. El sol no teminaba de ocultarse, estaba medio sumergido en las tranquilas aguas y parecía burlarse de mi tristeza. Un par de minutos concentrado en la nada y me sentía, otra vez, despreciable.
- ¿Sabes?, a los papás no hay que corregirles, nunca les digas que están equivocados o que cometieron algún error. Pasa mucho que nuestra generación tiene más "estudios" que la generación de nuestros padres, pero digan lo que digan, nunca les hagas saber que se equivocan, ya tendrás una familia propia a la cual podrás corregir cuanto quieras.
- No lo sabía, pero ahora que lo dices me habría ahorrado muchos problemas manteniendo mi boca cerrada.
No estaba tan solo como supuse, siempre a la vuelta de la esquina hay alguien que desea verte y pasar un rato contigo. Cuando la gente no acude a tus llamados, es porque estás llamando a la persona equivocada. No te preocupes, las cosas pasan rápido.
Naaaaa, se me cruzaron un par de cables, pero estoy bien, ahora ya estoy mejor.

lunes, 24 de agosto de 2009

El ojo morado que merecía llevar.

Estaba dando vueltas y vueltas sobre mi cabeza, me tenía algo sorprendido, después de todo es poco común que una mariposa se quede tanto tiempo volando sobre un tipo que yace medio muerto en medio del callejón. Hasta ese momento todo era más que normal, después de haber buscado la pelea (como cada jodido fin de semana), era costumbre del perdedor quedarse algunas horas recuperando algo de fuerzas, no importaba la hora de mi llegada, tenía hasta antes del amanecer para caminar a la habitación que compartía con mi amante de turno, pero no podía llegar a casa sangrando y manteniendo apenas el quilibrio, no me pareció correcto.

Esta vez mi "pareja" (¿acompañante? ¿amante? ¿nene de turno?) era un muchachito precioso, parecía tener menos edad de la que en realidad tenía y eso me conquistó, aunque estaba menos trastornado que los chicos de siempre (lo que es una lástima).
No puedes tenerlo todo, es contra las reglas.

[Continuará].

martes, 18 de agosto de 2009

La senda del mal.

Íbamos caminando, casi eran las cuatro de la madrugada. Yo iba casi arrastrando los pies, tambaleándome mientras trataba de ignorar la conversación que sostenían mis acompañantes, dos señoritas muy lindas que iban un par de pasos detrás de mi. Ocacionalmente nos juntábamos a tomar, me fascinaba verlas bailar mientras yo me acababa de un sorbo el trago de turno. Ambas señoritas tenían un don para moverse al ritmo de la salsa, incluso un par de veces trataron de instruirme, aunque debo decir que no obtuvieron buenos resultados de mi parte. El asunto es que ellas lograban que me sintiera en el cielo, a pesar de no poder hacer lo pasos y mis movimientos torpes. Aún sabiendo que las invitaba para ver sus movimientos y deleitarme con sus piernas, ellas aceptaban sin hacer mayor problema, incluso un par de veces pude ver más arriba, ay que tiempos aquellos.

[Continuará]

martes, 11 de agosto de 2009

El final de algo

Una mañana, ella me llamó llorando. Desesperada cogió el teléfono y me eligió de entre toda la gente que ella conocía para hablar de su pena. ¡Ven a mi casa! por favor -me dijo-. ¿Qué se supone que hacía en esa situación?, decidí esperar a que todo se calme un poco y le vuelvo a telefonear. Descubro que ella sigue llorando y exige mi presencia. Decido ir a ver qué pasa, no soy su amigo, no soy más que un compañero de curso que siempre está en la cuidad que estudia porque odia la ciudad en la cual viven sus padres, además de odiar a sus padres de un modo retorcido. Ella es de una cuidad cercana, un par de horas en bus. Llego a su casa, sudando y medio preocupado (solo “medio” preocupado porque aún no la he visto y puede que no sea algo tan grave). Recorro media cuidad a pie, vivo en el centro y ella cerca de la universidad. Uh, que fastidio de calor. Llego, ella llora desconsoladamente. Nunca sé lo que debo hacer cuando una mujer llora, ellas lloran de un modo que puede estremecer a otras personas (creo que por eso prefieren hacerlo solas o qué se yo). La abrazo o eso intento, mis brazos son torpes. Trato de transmitirle confianza y algo de calor, ella realmente se ve afectada. No sé lo que hay que hacer cuando un ser humano llora. Se me ocurre que debo mantenerme con los “ojos secos”, si bien no es algo muy empático de mi parte, ayuda a tranquilizar a la otra persona. No sé cuanto tiempo estoy allí, tratando de tranquilizar a esa mujer que llora. Se había hecho un corte en la palma de la mano, se notaba en la marca, una línea bien definida y muy gruesa, que en ningún momento dudó mientras deslizaba la hoja. ¿Qué voy a hacer sin mi primer amor universitario?, le hice esa pregunta y pareció confundirse, o quizás la distrajo de su sufrimiento, ah nunca lo sabré.
Pasando a mi vida y la razón de mi reclamo, ese día quedé de ir a tomarme algo con mis amigos, digamos, mis verdaderos amigos, ese día era el último que estábamos los tres en la ciudad y la última vez que nos veríamos hasta el año siguiente. Dejé de juntarme con ese par de amigos para ir al rescate de una damisela en apuros, una mujer que lloraba desconsoladamente por un amor que no la merecía, un amor que la había llevado a cortarse la palma de la mano. ¿Ahora quieres leer el final?. Ella llamó a su madre antes de llamarme a mi (algunas horas horas atrás), debe ir a buscarla al terminal porque ella llega en un rato más. Compramos algo para almorzar, cocinamos, almorzamos. Su madre se veía tensa, pude ver en sus ojos que lo único que quería era que yo me largara. La muchacha se despidió de mi, no supe en qué terminó el asunto y por qué razón exacta ella lloraba, quizás en algún momento me lo dijo, pero ya no lo recuerdo.

domingo, 21 de junio de 2009

Temores de aprovechado.

"Me pregunto si sería mejor convertirme en un muchacho
de provecho, no sé, hacer algo más que aprovecharme de
mis amantes y beber, aunque en realidad no pienso que sea
algo malo, o algo que deba cambiar".


Me llevé un buen susto cuando el reflejo que me devolvía el espejo dijo esas palabras, nunca pensé que un objeto como ese fuera capaz de infundir miedo, pero allí estaba hablando de un tema que quería evitar a toda costa.
Me encanta que los chicos que dicen amarme me regalen caricias y algo de su tiempo, sería insensato negarlo, siempre me emociono cuando ellos susurran mientras intentan quitarme la ropa a la fuerza, aunque me golpeen, aunque no me agraden lo suficiente, amo esa vida. El problema es que no tengo razones ni ganas de retribuirles todo lo que me dan, a menudo acepto invitaciones a beber y en la mente solo tengo una frase: si invita, bien puede tocar un poco.

Esta semana fueron diez o quince vasos, tres chicos enamorados invitando y mi reflejo en el espejo diciendo "si invita, bien puede tocar un poco".

lunes, 25 de mayo de 2009

El caso del suicida pasivo.

Llevaba algún tiempo sin verlo, coincidimos en un bus que iba directo a La Serena. Conversando de asuntos de la vida, llegamos al tema inevitable para ambos: filosofía de vida, y es que en aquellas tardes lejanas compartíamos la idea de elegir el día de nuestra muerte, un suicidio en una etapa plena de nuestras vidas, acabar con todo a nuestro modo, un espectáculo apoteósico y esos detalles. Me moví con precaución a través de la conversación, nunca se sabe si después de cuatro años la gente piensa del modo radical de otrora. Unos minutos de silencio, miró fijamente a mis ojos y se acomodó en el asiento para relatar su nueva "filosofía de vida".

- En aquellos días, cuando deseaba suicidarme según el plan, estaba equivocado. No pensé en las implicancias de mi decisión, ni en los obstáculos que tendría que sortear. A medida que pasaban los días me preguntaba qué detalle escapaba de mis planes, con los años comprendí que el hecho de provocar la muerte iba en contra del plan en si, es algo complicado de explicar. El asunto es que ahora me considero un suicida pasivo y vivo de acuerdo a esa filosofía.

- ¿Suicida pasivo?.

- Tal como se oye, por qué pegarse un tiro cuando un automóvil puede hacer algo mucho mejor. Tiro del gatillo y ya está, pero bajo las ruedas del vehículo tu cuerpo quedará un buen tiempo tendido sobre el pavimento ¡todo un espectáculo!. No lo provocas, lo propicias. Sin culpas ni embrollos familiares, discusiones sobre la valentía o cobardía del acto de suicidarse.

- Entiendo.

- Cruzas la calle y, en cualquier momento, un día excelente o una semana horrenda, sin planearlo ¡zas! muerto.

Estaba desbordando energía, casi gritaba cada palabra que pronunciaba. Podía escuchar su respiración dura acompañando a sus manos que trazaban caminos erráticos en el aire entre nosotros. No me asusté, simplemente pensé que allí estaba la solución, tan simple como "No lo provoques, favorécelo".

A la semana me enteré de la colisión frontal de un automóvil usado con uno último modelo, mi amigo iba en el usado. Me pregunto si pensó en la posibilidad de quedar muerto para el mundo, pero fisiológicamente vivo.
Le hablo cada semana a su cuerpo, lo último que le comuniqué fue mi decisión de seguir su filosofía de "suicidio pasivo", pero con un ligero cambio: asegurarme de morir en la colisión
.

lunes, 18 de mayo de 2009

Joven trastornado relata obsesión.

Miraba por la ventana de lo que es mi espacio, no temo decir que mi espacio es pequeño y oscuro. La ventana está algo mal hecha, medio cuadrada y un poco ovalada del lado izquierdo, con algunas maderas atravesadas que le dan un toque descuidado. Mi ventana tiene los vidrios verdes, empañados. Mi ventana da a un paisaje algo gris, con sucios tonos violetas. Algunos alocados tramos de cortina se agitan cuando el viento es demasiado fuerte, yo dejo que el aire agite mis sentidos.

No sentía muchas cosas, no estaba muy preparado para enfrentarse a la gente que a diario le hablaba. Miraba por su ventana y sentía que cada latido de su corazón le destrozaba el pecho.

No quería volver a mirar por esa ventana.
Llegaba la hora y él no quería llegar tarde.

viernes, 17 de abril de 2009

El muchacho loco.

Me miraba con esos ojos lindos de muchacho enamorado, estaba sentado a mi lado en la cama mientras yo seguía acostado. La noche anterior en realidad no fue emocionante, luego de una conversación bastante ligera nos dedicamos a compartir unas copas y después a la cama. Antes de ir a la habitación me quedé pensando unos segundos, en esa mismo lugar seguían frescos los momentos vividos con algún otro muchachito adorable perdidamente enamorado de mi. Sentí que me abrazaban por la espalda y salí bruscamente de los pensamientos que me estaban incomodando. Me encanta que me regales todas esas caricias y miradas, me encantan esos dedos largos y tus bellos ojos miel. Quizás tengo que responder a ese amor imposible que me profesas, debo disfrutar aquellos besos exquisitos y responder con la misma pasión que imprimes en ellos. ¿Cómo es que puedes adorarme si yo nunca comienzo nuestros encuentros?. De todos modos aquello no era nuevo, era la novena o décima vez que alguien juraba amarme, me acariciaba sin esperar nada a cambio, me besaba sabiendo que mis besos son hielo, me daba placer suponiendo que era el primero. Me dejé caer de espalda sobre la cama, no me molesté en desnudarme, cerré los ojos e inspiré profundo. Sus ojos de muchacho enamorado seguían sobre mi cuerpo, podía sentir su mirada sobre mi cuerpo. En ese instante y contra todo pronóstico, sus labios pronunciaron algo que nunca había escuchado: te amo a pesar de todo. Abrí los ojos y quise decirle algo, responderle con algunas palabras dulces o alguna frase por el estilo, nada salió de mi boca. Alzó el brazo y de su rostro desapareció todo rasgo inocente, sus ojos estaban llenos de odio. Ese primer movimiento rompió mi labio, el próximo me dejó aturdido y con algo de sangre manchando mi cabello. Terminó todo y cerré mis ojos, era todo lo que podía hacer en ese momento sobre esa cama y al lado de aquel muchacho loco. Al despertar él seguía con esos ojos de enamorado, yo le sonreí. Me sentí aturdido algunas horas, al atardecer el dolor había desaparecido.

lunes, 6 de abril de 2009

Pe-lu-si-lla.

Miraba al cielo y se veía a si mismo reflejado en el manto oscuro de la noche, en solo un segundo cambió todo aquello que sus ojos podían ver. ¿Qué fuerza oculta conspiraba en mi contra?, era difícil vislumbrar la salida de aquel laberinto. Uhh, suspiro y pido ayuda, veo al cielo y alucino, despierto con el cabello húmedo pegado a la frente y allí no hay gente. La depre le decían algunos, al ambiente lo culpaban, pero ese fenómeno no tenía causa ni solución. Era ya de día, nueve y media o algo así, a cada segundo una pelusilla que surcaba el aire caliente se transformaba en una risa perversa, nadie oía la risa de miles de pelusillas, nadie sentía que esas pelusillas se reía de ellos, nada quería sentirse mal, pero Saturno era sensible a la risa de esas miles de pelusillas.
Ya de tarde, cuando todo es más frío y lejano, el muchachito había dejado de escuchar aquel coro burlesco, pero comenzaba a pensar en que había olvidado vivir su día, no había hecho más que mirar a la nada y sentirse paranoico, sudar constantemente por la opresión que sentía en el pecho, hacer gestos nerviosos con las manos porque no sabía bien cómo liberar la tensión que le producía escuchar esas risas perversas muy cerca de su cabeza. Risas horribles, risas estruendosas ¡ay maldita sea! no puedo dejar de pensar en aquello, simplemente me queda aceptar que a las pelusillas les encanta reírse de mi.

viernes, 6 de marzo de 2009

1-4-6 (Regresa la pesadilla).

¿1? ¿4? ¿6?, miré aquellos números y no pude evitar preguntarme el por qué de aquellos números, estaba dentro de un ascensor y solo había tres destinos, piso 1, piso 4 y piso 6. ¡¿Qué demonios?!, cuando quise comenzar a pensar sobre el asunto seriamente las puertas se cerraron y me vi obligado a escoger... piso 6. Subió y subió la cabina, era pequeña, molesta de cierto modo, apenas si había espacio para una persona. Miré el reloj en mi muñeca, estaba más que seguro de que habían pasado veinte minutos desde que me subí al ascensor, no puede evitar preguntarme qué estaba sucediendo. No había problema, en realidad no tenía prisa y me importaba poco a qué altura estaba el dichoso piso 6. Hasta ahí bien, estaba calmando mis nervios cuando el ascensor comenzó a bajar, pronto se sintió como si todo el mecanismo desapareciera y la cabina se deslizara a través del cielo en caída libre, en un acto tonto de mi parte me agaché y esperé a que mi viaje terminara. El ascensor se ladeó, como si atravesara un espacio curvo. La misma sensación de ser impulsado lejos llegó a mi y me aturdió por un momento, la cabina se abrió y salí. El camino que debía recorrer no era nada parecido a lo que esperaba, la atmósfera tenía algo distinto. Ese lugar era desagradable, oscuro, horrible. Me sostuve un momento de las paredes, sentía que el piso se movía, no podía fijar la vista en ningún lugar. ¡Maldita sea! termino de maldecir y caigo al piso.

Desperté muy asustado, sudando, medio paranoico y un poco más loco.

Uhhh, tengo que intentar dormir a una hora adecuada, esto me está matando.

domingo, 22 de febrero de 2009

Los viejos SI van a misa los domingos.

Caminaba por una calle desconocida, me dolía la cabeza, el sol me daba en la cara y deseaba que sucediera algo chistoso, como por ejemplo algún tipo descuidado tropezando o algún infante haciendo una tontera, eso podría mejorar consideramente ese día de mi vida. Minutos, muchos minutos después ¡nada!, caminé a través de algunas concurridas calles y solo veía gente seria, mirando algún punto perdido entre el pollo asado y la papa frita. Me dolía, no dejaba de doler, ladeaba la cabeza y era un dolor horrible que permanecía comodamente alojado en mi cabeza.
Ah, ya esta resignado y divisé a dos señoras paradas en una esquina, trajes de dos piezas, libros sostenidos de modo cariñoso, actitud de interés en cualquiera que pasara. Mientras yo pasaba casi al lado del parcito, de frente venía una familia.

-Hola.
-Hola ¿que tal?.
-Acá, haciendo el trabajo de dios.

Pasé sin darle mucha importancia, pero luego de algunos minutos de perderme en mi molesta cabeza y tratar de recordar exactamente las palabras dichas por aquel par, la situación me sacó una sonrisa. ¿Qué era lo que me provocaba esa sonrisa? ¿acaso el afán de la gente de tratar de imponer fe? ¿acaso el ver a dos señoras morirse de calor cuando podían estar a la sombra y hacer lo mismo? ¿acaso el curioso encuentro de un muchacho con cara de querer morir, un día domingo, tipo once de la mañana, con dolor de cabeza, con alcohol en el cuerpo, con un chocolate derretido en la mochila, con las manos frias, con el estómago revuelto, con ojeras delatoras y un par de viejitas que hacen "el trabajo de dios", son felices por eso y sonríen aunque el sol las esté quemando?.
Es curioso porque no salgo mucho, menos un día domingo en la mañana, nunca pensé en encontrar tema para escribir en un montón de viejitos que se dirigen obedientes a la misa de día domingo, con sus trajes limpios, con su rostro serio y su caminar pausado. No me gustan los viejitos, ni sus trajes, ni su fe, ni su caminar. ¿Llegaré a viejo pensando igual? ¿odiaré a los viejos cuando yo sea viejo? ¿me permitiré llegar a viejo?.

Y mi loco sueño continúa. Quisiera despertarme.

sábado, 7 de febrero de 2009

Saturno mete la pata, la mete a fondo y no se arrepiente.

Quisiera hacer un pequeño paréntesis, algo fuera de lo común, aunque de común esto tiene nada.

Mmm, comenzando por la probable razón de la soledad de Saturno:

-No me había dado cuenta, hasta ahora, que no es elección de una persona el permanecer solo, es que el planeta no quiere estar con tal o cual persona. Mi teoria se confirma con un hecho bastante común. "Cuando la gente te necesita, siempre hay alguien ahí. Cuando tu necesitas a alguien, no hay gente a la cual puedas recurrir".

-Tampoco me había fijado que no es decisión mía alejar a la gente, basta con no hacer lo que ellos hacen para desentonar y perder la atención del resto del mundo. "Si alguien es raro, es genial hasta que la gente se ve obligada a convivir y/o soportar al sujeto".

Eso era, creo.

Saturno paseaba y se dió cuenta que no solo su corbata no era apropiada, sino que todo su ser a rayas desafina el mundo a cuadros.