lunes, 6 de abril de 2009

Pe-lu-si-lla.

Miraba al cielo y se veía a si mismo reflejado en el manto oscuro de la noche, en solo un segundo cambió todo aquello que sus ojos podían ver. ¿Qué fuerza oculta conspiraba en mi contra?, era difícil vislumbrar la salida de aquel laberinto. Uhh, suspiro y pido ayuda, veo al cielo y alucino, despierto con el cabello húmedo pegado a la frente y allí no hay gente. La depre le decían algunos, al ambiente lo culpaban, pero ese fenómeno no tenía causa ni solución. Era ya de día, nueve y media o algo así, a cada segundo una pelusilla que surcaba el aire caliente se transformaba en una risa perversa, nadie oía la risa de miles de pelusillas, nadie sentía que esas pelusillas se reía de ellos, nada quería sentirse mal, pero Saturno era sensible a la risa de esas miles de pelusillas.
Ya de tarde, cuando todo es más frío y lejano, el muchachito había dejado de escuchar aquel coro burlesco, pero comenzaba a pensar en que había olvidado vivir su día, no había hecho más que mirar a la nada y sentirse paranoico, sudar constantemente por la opresión que sentía en el pecho, hacer gestos nerviosos con las manos porque no sabía bien cómo liberar la tensión que le producía escuchar esas risas perversas muy cerca de su cabeza. Risas horribles, risas estruendosas ¡ay maldita sea! no puedo dejar de pensar en aquello, simplemente me queda aceptar que a las pelusillas les encanta reírse de mi.

No hay comentarios: