viernes, 31 de diciembre de 2010

Hasta nunca

Buenas noches y los deseos de joderse al que te insultó, golpeó o abusó de ti ¡tranquilo! todo vuelve a cero, cero amigos, cero sobriedad, cero conciencia, cero en las cuentas bancarias.
Sin remordimientos, sin mirar al cielo o a tu amante que descansa luego de la paliza (ni al vecino que grita e insiste en la invasión alienigena).
No importa cuantas botellas te bebiste en la oscuridad ni en soledad, cuantos moteles visitaste e hiciste tu hogar por algunas horas, no importa delatar o abusar de tus parejas, de tus mujeres, de tus amantes grises.
No se acerca la hora de la salvación, el gran padre pájaro rojo que nos cuida no estará mirando esta noche, no limites tus deseos, no te quedes pidiendo ayuda; hoy no te mira, hoy no te cuida, hoy no te salva.

 Hasta que se pase la cruda mis queridos pardillos.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sonata I

Fue de madrugada, después de embriagar y llenar la mente del muchacho de halagos. Este sujeto tenía pinta de desgraciado, ojeroso y fumador, de mirada cansina y ropas en tonos tierra, chaqueta con hombreras y pantalón a tono, zapatos negros lustrados, peinado perfectamente alineado. El muchacho tenía dieciocho años cumplidos, tristes ojos verdes, sombrero de formas y ala redonda, de ropas holgadas. Fue en un recital poético que ambos se miraron por primera vez a los ojos, uno encontró la imagen viva de todo lo que había deseado, mientras que el otro reconoció un cuerpo virgen sobre el cual volcar sus ensayadas estrategias sexuales. El juego comenzó cuando el muchacho corría calle abajo acosado por un borracho delgaducho, con la piel oscura quemada por el sol, tambaleándose por la calle intentando tocar algo de ese muchacho tan puro que escapaba asustado. Desde la oscuridad de una calle desconocida el tipo de ropa café salió al rescate del asustado muchacho ¡oh la dicha de encontrar a un sujeto dispuesto a ayudar!, ambos subieron a un colectivo que se detuvo haciendo chirriar sus neumáticos, ambos se miraron e identificaron en sus rostros algo de alivio. Al bajar decidieron compartir una cervezas, entre una y otra los halagos terminaron emborrachando al muchacho que había bebido demasiado. Tambaleándose llegó al baño y se encerró para llorar, gritaba y hacía un berrinche porque no entendía cómo aquel hombre lo miraba con tanto deseo ¿qué tenía su cuerpo? ¿por qué aquel hombre decía algo que nadie nunca le había dicho? ¿por qué lo trataba con tanta consideración?, tantas preguntas y el llanto seguía vivo en su garganta, se sentía confundido, caliente. ¿Quieres que te lleve a tu casa? -preguntó el tipo de ropas café- el muchacho dijo ingenuamente que no quería irse a su casa y así terminó en la habitación de aquel sujeto. Sobre su cama bastó un café y música de la new age para comenzar a besarlo y a tocar su rostro con urgencia, las lágrimas del muchacho caían desde el borde externo de sus ojos hasta la cama, mojaban su cabello y sus orejas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La pataleta del niño sin brazos

Hace algunos meses me encontraba en una ciudad que no me era familiar, recorrí algunas calles intentando despejar un poco mi mente, el odio es difícil de olvidar, los disgustos provocados por una actividad que te fascina también -sé que suena extraño, pero hay personas que se dedican a arruinar las cosas buenas, las cosas que yo disfruto-. El niño sin brazos no iba de la mano de su madre, simplemente caminaba a su lado y miraba a las personas que se detenían a mirarlo. Me senté y vi a su madre empujarlo varias veces, con fuerza, con odio. El niño sin brazos amenazaba con llorar, supuse que sus lágrimas caerían sobre sus mejillas sin el menor sonido de fondo, la gente le dedicaría miradas de ojos vidriosos y algún héroe adolescente le regalaría un juguetito para que pasara su pena. Cinco cuatro tres dos uno, me levanté con toda la intención de evitar las miradas de lástima sobre el niño, pero cuando dejé de verlo gritó tan fuerte que todas las personas alrededor lo miraron, yo no pude evitar voltear a verlo. El niño sin brazos cayó de rodillas y ante la mirada de terror de todos azotó la cabeza varias veces contra el pavimento. La madre pacientemente se sacó la chaqueta y abultándola la colocó entre la cabeza de su hijo y el piso, luego se sentó frente al niño, ellas sonreía y podía adivinar en la posición de su cuerpo cierta satisfacción. ¿Eso explicaba que el niño sin brazos tuviera un cráneo tan absurdamente deforme?.