lunes, 29 de febrero de 2016

Sueños con el agua




Si los dibujos animados que veo fueran reales, serían muy parecidos a éstos  tres que se pasean frente a mí, en este momento. En el centro comercial en que camino despreocupada se cruzan en mi camino, esperando quien sabe qué. Llevo en mi mano una bolsa de compras de cartón  con asas trenzadas. Subiendo la escalera los veo, tropiezo por la sorpresa, con los ojos muy abiertos, buscando en mis recuerdos a qué dibujo animado pertenecen. Sus yukatas  de colores ubican sus figuras en Edo o sus alrededores, en búsqueda del samurái que huele a girasoles. La posición que tengo al dormir es la misma que toma mi cuerpo al caer de la escalera, por un peldaño mal abordado. No puedo levantarme dentro del sueño, siento que la escalera se mueve arriba o abajo, no alcanzo a distinguir de donde proviene el movimiento, tampoco puedo levantar la cabeza para mirar qué pasa. Siento una corriente fría, siento que cae agua y pienso que eso engañaba a mi cuerpo haciéndole creer que todo se movía. Se moja mi costado izquierdo, siento el rostro fresco, la bolsa de compras se llena de agua. Entre otras cosas están los DVD´s del que salieron los personajes con los que sueño.
           
        Camino junto a mi padre o eso creo. Un sujeto se acerca pidiendo monedas o ayuda, una de sus manos está groseramente vendada. Mi padre dice a mi hermano en tono serio que no se mastique los dedos, pues le sucederá lo que al sujeto. Más allá, el tipo desenrolla las vendas de su mano y de sus heridas mana agua cristalina, salen litros que van a dar al suelo en caída libre, en grueso caudal incontenible. Me parece imposible que salga tanta agua de heridas tan pequeñas. El sujeto agita su mano y el agua cae.
 
         Animales extraños dentro del agua. En el momento, dentro de un acuario simple, de forma rectangular, luego saliendo y nadando hacia nosotros a través del aire. La casa de altos techos guarda cierta similitud con las casa coloniales serenenses: amplias habitaciones, baño subterráneo. Todo se inunda, creo que soy la culpable de todo, incluso de que los peces escaparan de su hogar. No recuerdo ser la causa, pero siento culpa. Miro desde las escaleras del subterráneo, personas con trajes naranjas bajan con mangueras y extraen el agua que lo llena todo, intentando salir empujada por los peces.  

Publicado en Revista Escarnio N°55 Especial Islas [Agosto 2015] 

domingo, 28 de febrero de 2016

Lo que presencias, ahí donde estás



«Ellas salen de un vientre enfermo, destrozan a la madre en tanto comienzan a gestarse, no hacen más que crecer en proporciones monstruosas y orientación equivocada. Ambas con el cráneo  y el cuello rígido, fundidas en una placa sólida de hueso. Mirando el desafortunado producto, intuyes que son dos seres incompatibles con un útero de características normales.»
Eran un ser grotesco, la representación de una pesadilla.
«Ambas sonríen con la presencia de la cámara, les gusta la atención de todos los doctores, enfermeras, curiosos y camarógrafos, así fue mientras sacaban a la madre muerta por la puerta de atrás, el primer día en que se filmaba el gran documental. Se puede ver claramente. Se puede ver claramente la marca que distingue la unión, para evitar posibles fracturas por la disposición de ambos cuerpos (además de evitar provocar morbo en el televidente) colocaremos una banda metálica que ayude a mantener la grotesca unión fuera de la vista, después de todo este documental es para toda la familia.»
Contesto mi celular. Sí, sí. Sólo tienes que revisar cada cosa que haga, registrar y escribir en orden los procesos, nada más. Es sencillo, por favor. Hazle saber que estoy muy enfadada con esto, es muy simple, por favor, no daré más instrucciones… no moveré un dedo hasta que su parte esté lista.
«Para nuestra comodidad, hemos descrito y manipulado todo para que ustedes, queridos televidentes lo vean y lo vivan desde el primer momento. Por supuesto nuestros monstruos están bien, es todo parte de lo que consideramos correcto, está todo bien bajo éstas cámaras.»
Pasados los minutos hablando por celular, reclamos terminados, mi atención regresa al documental. Las muchachas se ven grandes, adultas. Creo que la conversación ha durado más de media hora. Me interesan los monstruos.
«Como pueden ustedes ver, no salieron las cosas bien para ambas. La del lado derecho −y con mejor salud−, permítanme decir que parió con éxito, ella está recostada con la guagua en brazos, ella permaneció toda su vida acostada, obligada por la otra mujer a pasar la vida sobre su espalda. La otra en cambio, hinchada y de piel violácea, a unos días de la putrefacción, aunque viva, pero destrozada; no logró el propósito de parir. Con el acercamiento a un costado, podemos ver que la posición adoptaba a la fuerza: de rodillas y a cuatro patas, no le fue beneficiosa, su crío destrozó su vientre. Podemos decir con seguridad que dentro de las próximas horas, morirá. Aún no sabemos qué la mantiene con vida pues tiene el abdomen destrozado y tiene el aspecto de un cadáver de días, hinchado y verde violáceo.»
Se me queda en la cabeza la imagen del monstruo que morirá en unas horas, la camilla se aleja, la mujer sana grita “¡No nos ayudaron! No es justo, mira lo que nos hicieron”. Se ve al borde de la pantalla que una enfermera saca otro monstruo en brazos. «Es una suerte que aquella parte enferma engendrara también una aberración, en algunos meses volveremos con una segunda parte de este documental para toda la familia.»

 Publicado en Revista Escarnio N°54 Simulación II [Julio 2015]

sábado, 27 de febrero de 2016

Pesimismo


Era evidente que el diario relataba algo absolutamente irrelevante. Estaba claro que aquellas líneas no tenían consciencia de ser aburridas y nefastas; no podía saber que no era el mejor, no estaba destinado a hacer diferencia alguna, no se recordaría más que como una molesta anécdota, sin embargo, quien escribía sí estaba muy consciente de aquello. El texto seguía escribiéndose, las letras seguían apareciendo sin muchas interrupciones, el fluir de todo un enmarañado pensamiento que acabaría en algún rincón del lugar, olvidado. Un suspiro llegó a convertirse en vapor antes de llegar a la brillante pantalla, la temperatura era baja casi todo el tiempo. Sin cerrar el diario, se levantó. Miró al frente y vio su reflejo difuso por la escasa luz existente, estiró ambos brazos juntando sus manos sobre la cabeza, bostezando perezosamente. Si miraba afuera evitando su reflejo, podía ver todo el espacio existente, una ruta infinita de oscuridad manchada con pintas blancas, amarillas, lejanas estelas de estrellas perdidas. 
 
Uno, dos, tres, cuatro. Respondan por favor, respondan. Están ahí, respondan. Hace calor, 37, 38. Tengo calor. Por favor respondan, respondan. 42, 43, hace calor. Veo fuego. 

            En casa nadie esperaba su regreso, nadie quería saber de un viaje exitoso. Salir del planeta representaba la salvación y todos deseaban vida para sí, aunque fuera yéndose al espacio. Marchándose a buscar una esperanza, confiando en una cápsula con pocas posibilidades de siquiera salir de la atmósfera terrestre; todos sabían que la posibilidad de éxito era baja, a diario las cápsulas estallaban en pleno vuelo dejando tristes espinas de fuego clavadas en el cielo. La suya no fue la excepción, algunos problemas impidieron que la pequeña nave encendiera el sistema de propulsión llegado el momento, apenas logró quedar suspendida, guiada suavemente por la mano cariñosa, casi maternal de la gravedad.

             Hace calor. Tengo calor. Por favor respondan, respondan. 44. Veo fuego. Nadie puede salir, aquí no podremos vivir, nadie podrá jamás salir. 

Nadie escuchó el mensaje y ella se quemó junto a su nave. Había pasado los últimos tres días de su vida orbitando un planeta que no podía identificar como el suyo, nada ahí abajo le recordaba su hogar. 

 Publicado en Revista Escarnio N°53 - Especial Audio [Junio 2015]