Si los dibujos animados que veo fueran reales,
serían muy parecidos a éstos tres que se
pasean frente a mí, en este momento. En el centro comercial en que camino
despreocupada se cruzan en mi camino, esperando quien sabe qué. Llevo en mi
mano una bolsa de compras de cartón con
asas trenzadas. Subiendo la escalera los veo, tropiezo por la sorpresa, con los
ojos muy abiertos, buscando en mis recuerdos a qué dibujo animado pertenecen.
Sus yukatas de colores ubican sus
figuras en Edo o sus alrededores, en búsqueda del samurái que huele a girasoles.
La posición que tengo al dormir es la misma que toma mi cuerpo al caer de la
escalera, por un peldaño mal abordado. No puedo levantarme dentro del sueño,
siento que la escalera se mueve arriba o abajo, no alcanzo a distinguir de
donde proviene el movimiento, tampoco puedo levantar la cabeza para mirar qué
pasa. Siento una corriente fría, siento que cae agua y pienso que eso engañaba
a mi cuerpo haciéndole creer que todo se movía. Se moja mi costado izquierdo,
siento el rostro fresco, la bolsa de compras se llena de agua. Entre otras
cosas están los DVD´s del que salieron los personajes con los que sueño.
Camino junto a mi padre o eso creo.
Un sujeto se acerca pidiendo monedas o ayuda, una de sus manos está
groseramente vendada. Mi padre dice a mi hermano en tono serio que no se
mastique los dedos, pues le sucederá lo que al sujeto. Más allá, el tipo
desenrolla las vendas de su mano y de sus heridas mana agua cristalina, salen
litros que van a dar al suelo en caída libre, en grueso caudal incontenible. Me
parece imposible que salga tanta agua de heridas tan pequeñas. El sujeto agita
su mano y el agua cae.
Animales extraños dentro del agua.
En el momento, dentro de un acuario simple, de forma rectangular, luego
saliendo y nadando hacia nosotros a través del aire. La casa de altos techos
guarda cierta similitud con las casa coloniales serenenses: amplias
habitaciones, baño subterráneo. Todo se inunda, creo que soy la culpable de
todo, incluso de que los peces escaparan de su hogar. No recuerdo ser la causa,
pero siento culpa. Miro desde las escaleras del subterráneo, personas con
trajes naranjas bajan con mangueras y extraen el agua que lo llena todo,
intentando salir empujada por los peces.
Publicado en Revista Escarnio N°55 Especial Islas [Agosto 2015]
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