Era evidente que el diario
relataba algo absolutamente irrelevante. Estaba claro que aquellas líneas no
tenían consciencia de ser aburridas y nefastas; no podía saber que no era el
mejor, no estaba destinado a hacer diferencia alguna, no se recordaría más que
como una molesta anécdota, sin embargo, quien escribía sí estaba muy consciente
de aquello. El texto seguía escribiéndose, las letras seguían apareciendo sin
muchas interrupciones, el fluir de todo un enmarañado pensamiento que acabaría
en algún rincón del lugar, olvidado. Un suspiro llegó a convertirse en vapor
antes de llegar a la brillante pantalla, la temperatura era baja casi todo el
tiempo. Sin cerrar el diario, se levantó. Miró al frente y vio su reflejo
difuso por la escasa luz existente, estiró ambos brazos juntando sus manos
sobre la cabeza, bostezando perezosamente. Si miraba afuera evitando su
reflejo, podía ver todo el espacio existente, una ruta infinita de oscuridad
manchada con pintas blancas, amarillas, lejanas estelas de estrellas perdidas.
Uno,
dos, tres, cuatro. Respondan por favor, respondan. Están ahí, respondan. Hace
calor, 37, 38. Tengo calor. Por favor respondan, respondan. 42, 43, hace calor.
Veo fuego.
En casa nadie esperaba su regreso, nadie quería
saber de un viaje exitoso. Salir del planeta representaba la salvación y todos
deseaban vida para sí, aunque fuera yéndose al espacio. Marchándose a buscar
una esperanza, confiando en una cápsula con pocas posibilidades de siquiera
salir de la atmósfera terrestre; todos sabían que la posibilidad de éxito era
baja, a diario las cápsulas estallaban en pleno vuelo dejando tristes espinas
de fuego clavadas en el cielo. La suya no fue la excepción, algunos problemas
impidieron que la pequeña nave encendiera el sistema de propulsión llegado el
momento, apenas logró quedar suspendida, guiada suavemente por la mano
cariñosa, casi maternal de la gravedad.
Hace
calor. Tengo calor. Por favor respondan, respondan. 44. Veo fuego. Nadie puede
salir, aquí no podremos vivir, nadie podrá jamás salir.
Nadie escuchó el mensaje y ella
se quemó junto a su nave. Había pasado los últimos tres días de su vida orbitando
un planeta que no podía identificar como el suyo, nada ahí abajo le recordaba
su hogar.
Publicado en Revista Escarnio N°53 - Especial Audio [Junio 2015]
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