sábado, 27 de febrero de 2016

Pesimismo


Era evidente que el diario relataba algo absolutamente irrelevante. Estaba claro que aquellas líneas no tenían consciencia de ser aburridas y nefastas; no podía saber que no era el mejor, no estaba destinado a hacer diferencia alguna, no se recordaría más que como una molesta anécdota, sin embargo, quien escribía sí estaba muy consciente de aquello. El texto seguía escribiéndose, las letras seguían apareciendo sin muchas interrupciones, el fluir de todo un enmarañado pensamiento que acabaría en algún rincón del lugar, olvidado. Un suspiro llegó a convertirse en vapor antes de llegar a la brillante pantalla, la temperatura era baja casi todo el tiempo. Sin cerrar el diario, se levantó. Miró al frente y vio su reflejo difuso por la escasa luz existente, estiró ambos brazos juntando sus manos sobre la cabeza, bostezando perezosamente. Si miraba afuera evitando su reflejo, podía ver todo el espacio existente, una ruta infinita de oscuridad manchada con pintas blancas, amarillas, lejanas estelas de estrellas perdidas. 
 
Uno, dos, tres, cuatro. Respondan por favor, respondan. Están ahí, respondan. Hace calor, 37, 38. Tengo calor. Por favor respondan, respondan. 42, 43, hace calor. Veo fuego. 

            En casa nadie esperaba su regreso, nadie quería saber de un viaje exitoso. Salir del planeta representaba la salvación y todos deseaban vida para sí, aunque fuera yéndose al espacio. Marchándose a buscar una esperanza, confiando en una cápsula con pocas posibilidades de siquiera salir de la atmósfera terrestre; todos sabían que la posibilidad de éxito era baja, a diario las cápsulas estallaban en pleno vuelo dejando tristes espinas de fuego clavadas en el cielo. La suya no fue la excepción, algunos problemas impidieron que la pequeña nave encendiera el sistema de propulsión llegado el momento, apenas logró quedar suspendida, guiada suavemente por la mano cariñosa, casi maternal de la gravedad.

             Hace calor. Tengo calor. Por favor respondan, respondan. 44. Veo fuego. Nadie puede salir, aquí no podremos vivir, nadie podrá jamás salir. 

Nadie escuchó el mensaje y ella se quemó junto a su nave. Había pasado los últimos tres días de su vida orbitando un planeta que no podía identificar como el suyo, nada ahí abajo le recordaba su hogar. 

 Publicado en Revista Escarnio N°53 - Especial Audio [Junio 2015]

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