viernes, 31 de diciembre de 2010

Hasta nunca

Buenas noches y los deseos de joderse al que te insultó, golpeó o abusó de ti ¡tranquilo! todo vuelve a cero, cero amigos, cero sobriedad, cero conciencia, cero en las cuentas bancarias.
Sin remordimientos, sin mirar al cielo o a tu amante que descansa luego de la paliza (ni al vecino que grita e insiste en la invasión alienigena).
No importa cuantas botellas te bebiste en la oscuridad ni en soledad, cuantos moteles visitaste e hiciste tu hogar por algunas horas, no importa delatar o abusar de tus parejas, de tus mujeres, de tus amantes grises.
No se acerca la hora de la salvación, el gran padre pájaro rojo que nos cuida no estará mirando esta noche, no limites tus deseos, no te quedes pidiendo ayuda; hoy no te mira, hoy no te cuida, hoy no te salva.

 Hasta que se pase la cruda mis queridos pardillos.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sonata I

Fue de madrugada, después de embriagar y llenar la mente del muchacho de halagos. Este sujeto tenía pinta de desgraciado, ojeroso y fumador, de mirada cansina y ropas en tonos tierra, chaqueta con hombreras y pantalón a tono, zapatos negros lustrados, peinado perfectamente alineado. El muchacho tenía dieciocho años cumplidos, tristes ojos verdes, sombrero de formas y ala redonda, de ropas holgadas. Fue en un recital poético que ambos se miraron por primera vez a los ojos, uno encontró la imagen viva de todo lo que había deseado, mientras que el otro reconoció un cuerpo virgen sobre el cual volcar sus ensayadas estrategias sexuales. El juego comenzó cuando el muchacho corría calle abajo acosado por un borracho delgaducho, con la piel oscura quemada por el sol, tambaleándose por la calle intentando tocar algo de ese muchacho tan puro que escapaba asustado. Desde la oscuridad de una calle desconocida el tipo de ropa café salió al rescate del asustado muchacho ¡oh la dicha de encontrar a un sujeto dispuesto a ayudar!, ambos subieron a un colectivo que se detuvo haciendo chirriar sus neumáticos, ambos se miraron e identificaron en sus rostros algo de alivio. Al bajar decidieron compartir una cervezas, entre una y otra los halagos terminaron emborrachando al muchacho que había bebido demasiado. Tambaleándose llegó al baño y se encerró para llorar, gritaba y hacía un berrinche porque no entendía cómo aquel hombre lo miraba con tanto deseo ¿qué tenía su cuerpo? ¿por qué aquel hombre decía algo que nadie nunca le había dicho? ¿por qué lo trataba con tanta consideración?, tantas preguntas y el llanto seguía vivo en su garganta, se sentía confundido, caliente. ¿Quieres que te lleve a tu casa? -preguntó el tipo de ropas café- el muchacho dijo ingenuamente que no quería irse a su casa y así terminó en la habitación de aquel sujeto. Sobre su cama bastó un café y música de la new age para comenzar a besarlo y a tocar su rostro con urgencia, las lágrimas del muchacho caían desde el borde externo de sus ojos hasta la cama, mojaban su cabello y sus orejas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La pataleta del niño sin brazos

Hace algunos meses me encontraba en una ciudad que no me era familiar, recorrí algunas calles intentando despejar un poco mi mente, el odio es difícil de olvidar, los disgustos provocados por una actividad que te fascina también -sé que suena extraño, pero hay personas que se dedican a arruinar las cosas buenas, las cosas que yo disfruto-. El niño sin brazos no iba de la mano de su madre, simplemente caminaba a su lado y miraba a las personas que se detenían a mirarlo. Me senté y vi a su madre empujarlo varias veces, con fuerza, con odio. El niño sin brazos amenazaba con llorar, supuse que sus lágrimas caerían sobre sus mejillas sin el menor sonido de fondo, la gente le dedicaría miradas de ojos vidriosos y algún héroe adolescente le regalaría un juguetito para que pasara su pena. Cinco cuatro tres dos uno, me levanté con toda la intención de evitar las miradas de lástima sobre el niño, pero cuando dejé de verlo gritó tan fuerte que todas las personas alrededor lo miraron, yo no pude evitar voltear a verlo. El niño sin brazos cayó de rodillas y ante la mirada de terror de todos azotó la cabeza varias veces contra el pavimento. La madre pacientemente se sacó la chaqueta y abultándola la colocó entre la cabeza de su hijo y el piso, luego se sentó frente al niño, ellas sonreía y podía adivinar en la posición de su cuerpo cierta satisfacción. ¿Eso explicaba que el niño sin brazos tuviera un cráneo tan absurdamente deforme?. 

martes, 23 de noviembre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

domingo, 10 de octubre de 2010

El encuentro de dos niños perdidos.

Aquella niña tan linda apenas tiene diez años, ella jamás se ha encontrado con otro niño, apenas si conoce a otros seres humanos y es que vive en una pequeña casa en medio del bosque de eucaliptos. Los padres de la niña casi nunca están en casa porque deben hacer trabajos importantes en los pueblos cercanos, uno de esos trabajos consiste en deshacerse de los niños que nadie quiere, así estos “abandonados” no andan vagando y molestando a la gente que resuelve asuntos importantes de sus vidas, otro de sus trabajos es transformar a esos niños en algo útil y así la familia obtiene algunas ganacias extra.

El niño de cabello enmarañado ha sido abandonado por su madre, apenas tiene cinco años. Una madrugada en que nadie la vigilaba, la mujer dejó a su hijo junto a los cerdos para que lo devoraran por la noche, aunque no contaba con que una madre puerca protegiera al “abandonado”, así este niño se salvó de un destino cruel para caer inevitablemente en uno peor. Tras algunos días de caminar sin rumbo, la familia de la niña del bosque lo encuentra y lo mete a un enorme saco que lleva la etiqueta de “insectos muertos” bordada a un costado. El niño apenas se mueve dentro del saco, no ha comido en días y el frío hace que sus extremidades le duelan.

La niña se acerca curiosa a lo que acaban de traer sus padres y ve unos delgados dedos que se asoman, rapidamente busca el martillo para golpear a aquel ser que balbucea y se estremece dentro del saco. ¿Qué clase de animal produce ese sonido tan extraño?, la niña se siente confundida, por un lado siente cierta familiaridad con aquel ser que sigue gimiendo dentro del saco, pero al mismo tiempo siente mucho miedo ¿y si “eso” la quiere devorar?. Quiero que me ayudes por favor, al escucharlo la niña se convence de que el contenido del saco no son insectos muertos y decide investigar, se lleva el saco a su habitación.

La niña busca en su casa dos platos, llena uno con restos de comida y otro con un poco de agua, los coloca cerca del borde del saco. El niño asoma su cabeza y con miedo se acerca a los platos, bebe de uno e intenta masticar algo del otro. La niña, fascinada, acerca su mano y acaricia la cabeza del extraño animal que se deja ver por la abertura del saco. ¡Mama papá! ¿puedo quedármelo?.

sábado, 9 de octubre de 2010

Mi almohada vomita mis sueños

Cuando las noches de luna llena permiten que la luz reflejada sea equivalente a “demasiada”, duermo con las cortinas de la ventana de mi habitación abiertas. Mi cabeza recibe los rayos de luna como una antena abierta a cualquier tipo de señal, augurando el desenlace de mis sueños. El gato lleva corbatín, pechera y faja, además de una elegantes botas blancas que le sientan perfectas a su traje; el gato debe asegurarse de que las cortinas permanezcan abiertas durante toda la noche, además de vigilar que el durmiente no sea tragado por la almohada, motivo por el cual lleva una pequeña daga que utilizará sin vacilar. La noche comienza y no es difícil caer en un profundo sueño. El gato empieza su turno de vigilancia y sus pupilas están dilatadas al máximo, sus orejas se mueven en direcciones contrarias analizando cualquier ruido que provenga desde la almohada del durmiente, ninguna interpretación es errónea, todos los sonidos deben tomarse en cuenta. El durmiente cae en trance, el gato permanece erguido, la almohada está tranquila.

Pasada la medianoche el gato salta sobre la almohada y es que ha intentado abrirse, ha intentado saborear la cabeza del durmiente. El gato saca su pequeña daga mientras el durmiente balbucea. La almohada consigue descoser aún más su enorme hocico, ya es suficiente para arrancar de un mordisco la cabeza del durmiente, incluso aparecen unos dientes afilados que facilitarán el trabajo. El gato está desesperado, no puede controlar la situación. El durmiente sigue susurrando: lily lily.

La cabeza del durmiente está dentro de la almohada, el gato decide recurrir a sus últimas fuerzas para cumplir con su deber. La daga atraviesa la blanda lengua de la almohada, algunos hilos salen disparados hacia la pared. El durmiente grita porque la almohada escupe su cabeza regalándole la última imagen de su maravilloso sueño. En la próxima luna llena, el gato estará mejor preparado.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Coqueteos con la pornografía

Una mujer aparece, el muchachito está excitado. La mujer parece ser bailarina, a los zapatos de tacón negro le siguen unas delgadas piernas que continúan en muslos blancos que se esconden tras un holgado vestido negro, unos pequeños pezones se dibujan debajo de la delgada tela blanca que cubre improvisadamente el torso de la mujer. El muchachito no puede dejar de mover nerviosamente sus manos, los pantalones le aprietan justo por sobre la pelvis. La mujer comienza a mover sus caderas en un vaivén hipnotizante, el muchachito desabrocha sus pantalones con urgencia. La bailarina detiene sus movimientos y los reanuda dejando sus manos vagar sobre su cuerpo, delineando cada curva, mientras, el muchachito baja sus pantalones y comienza a tocarse las piernas al ritmo que la bailarina marca a la distancia. Un movimiento ensayado basta para desatar las ropas, las prendas caen al suelo en pocos segundos, la bailarina posa sus manos sobre el triángulo castaño que se enmarca bajo su vientre, el muchachito gime desesperado porque ya no puede contenerse.
Ver a esa cautivante bailarina cuesta un ligero movimiento de muñeca, así se enciende el televisor, así el video regresa al comienzo. ¿Por qué salir de casa si obtiene un orgasmo cuando su bailarina se desnuda frente a él?.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El refinamiento del ocio.

En la barra había un par de tipos, uno de ellos estaba totalmente ébrio y dormía, el otro conversaba animadamente con el cantinero. Sírveme otro -dijo- mientras se levantaba y se dirigía al baño, allí notó que la chaqueta le incomodaba y decidió quitársela. De vuelta en la barra apuró el contenido del vaso, el licor ya estaba adormeciendo sus dedos, sus ideas se movían empantanadas en su cabeza y una risa ligera se había acomodado en su rostro. Sintió un malestar en el cuerpo, su torso parecía estar muy caliente y le incomodaba, decidió quitarse la camisa azul claro que lo cubría del frío que comenzaba a sentirse a esas horas de la madrugada. Dos tragos más y las alas estaban totalmente extendidas, calientes y preparadas para el vuelo. Me voy amigo, nos vemos -dijo el ébrio alado que comenzaba a cruzar las puertas del bar-. No puede volar si está borracho amigo mío, puede tener un accidente ahí arriba -dijo el cantinero sonriendo-. El sujeto plegó sus alas y decidió caminar hasta su hogar, después de todo debía recorrer solo un par de cuadras.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La historia de la abeja malhumorada

Joven que se siente terriblemente mal busca un columpio para sentir que su cuerpo cuelga de algún lugar, cuando algo inestable lo sostiene tiene la capacidad de dejar el malestar atrás. Desde el mágico bienestar que le proporciona el columpio ve a una abeja que ataca insistentemente su mano, él no siente cuando el aguijón penetra en su piel, algo raro está pasando. La abeja sigue dando puntadas con su abdomen, ya van más de diez veces; él sigue sin sentir dolor, la abeja sigue con el aguijón intacto.
El hilo que dibuja un nombre está adherido a su piel, las puntadas son profundas y se entrelazan en una curiosa trama. La abeja muere mientras cava su tumba en el dorso de la mano de su huésped. El nombre es…

domingo, 22 de agosto de 2010

Me enamoré de un maniquí con ropas de mujer.

El pecho duro, rígido, ambos lados se delineaban en curvas sobrenaturales, se elevaban iguales con la anormal forma de la perfección, fríos y orgullosos, apuntando al frente, desafiando mi mirada pervertida que se perdía en el plástico de ese pecho con las medidas perfectas. El vientre plano, no había ombligo; sin nacimiento, sin un primer despertar ¡para ella no existe la vida!. No pude evitar seguir con la vista esa forma perfecta, no había nada más ahí abajo, solo la insinuación de un par de hendiduras que se juntaban en una a medida que las piernas comenzaban a delinearse, sin vellos ni marcas.
Con una vaga sensación de haber perdido mi sentido común, me lancé a los brazos rígidos de aquella cosa perfecta. Los guardias de la tienda ya habían advertido mi interés en el maniquí y no tardaron en detener mi salto desesperado hacia la mujer perfecta que había frente a mí. El sentido común lo es todo en estos días, el sentido te hace amar la perfección de un maniquí y lo común te impide obtener ese cuerpo perfecto del cual de enamoraste.

viernes, 6 de agosto de 2010

¿Quién te dijo que odiar estaba mal?

El odio puede conducir vertiginosamente a la tragedia, él lo sabía y utilizó ese impulso para llevar a cabo su venganza.

Todos estos planes requieren de cierta concentración, planear cada paso y actuar de acuerdo a ellos implica que debes ser ordenado, también te servirá padecer de algún rasgo maniaco. Las cosas tienden a salirse de control, por lo tanto a cada paso tienes que idear una ruta alternativa; el plan “b” jamás será innecesario. A menudo las personas que hay a tu alrededor dicen que el odio no es algo natural -“vive y deja vivir”-, que aquel odio que salpicas por el mundo se devolverá algún día ¡¿has dejado de lado tu odio por miedo?!, aquel que ha sentido verdadero odio no lo abandona tan facilmente. El tiempo es lo de menos: si nunca olvidas, tienes la eternidad para hacer sufrir a las personas. Con frecuencia saldrás herido -fisica y psicologicamente-, si fuiste tan lejos como para merecerte ese golpe ¡ahora no te arrepientas!, si lo haces no tienes derecho a sentir el impulso del odio nunca más.

¿Has escogido el camino de la bondad? ¿elegiste no odiar jamás?… vete a acariciar borrachos y sé bueno con todas las personas, no solo con los privilegiados que “te caen bien”.

jueves, 29 de julio de 2010

Amor, regálame cardos.

"El cardo ha destronado a los niños que fuimos
y fantasmas perdidos en el reino del cardo"
Enrique Lihn

Cuando le conocí era solo un niño, de esos niños flacuchos que asesinan animalillos porque se les da la gana. Al crecer “cambió de bando”, ya no dañaba a los animales, ni a las plantas y qué decir de los seres humanos, él prefería dañarse a sí mismo. Cuando me reencontré con él -siendo yo un adolescente insoportable- me regaló algunos cardos, yo no sabía qué hacer con ellos, no pude sostenerlos mucho tiempo en mis manos y terminé dejándolos caer a mis pies; el muchacho se arrodilló frente a mí y recogió los cardos, me miraba de reojo y seguía por la labor de reunirlos en sus manos. Yo estaba totalmente perdido en ese estimulante ritual cuando él me miró a los ojos algunos segundos. Ahí, arrodillado frente a mí, me propuso un desafío en el juego que más le gustaba. Era muy simple, ganaba el que resistía más tiempo sin reaccionar. Cuando ambos estuvimos preparados, comenzamos a empuñar nuestras manos alrededor de un montón de flores secas de cardo, sangrábamos, dolía cada segundo de esa tortura elegida ¡y no por nada le dicen abrepuño!. Él siempre sonreía y esa primera vez ganó.
De ahí en más siempre ganó el juego, cada vez que nos veíamos había cardos secos entre nosotros, manos dañadas por espinas secas y todas esas cosas que hacen los amigos… ¿en ese punto aún éramos amigos?.

jueves, 22 de julio de 2010

50 ¿Lucky number?

Llegó la entrada número 50 y estas cosas pasan sólo una vez, como la primera cogorza, el primer orgasmo literario, el primer rechazo luego de intentar forzar a alguien... ¡qué cosas aquellas! ¡qué jodidos recuerdos!.

Comencé a escribir porque sí, sin pretender cambiar algo, sin aspirar a tener lectores, sin esperanzas ni metas ¿qué puede ser más deprimente que comenzar algo porque te despertaste transpirando y pensando que podías ordeñar inspiración de esa situación?... los abandonos, los golpes, las mordidas y la sangre mezclada con humo de cigarrillos deja una profunda marca que debes retransmitir al mundo, y no es que creas que al mundo le importa, es precisamente porque no le importas a nadie que todo esto resulta inusualmente atractivo. Escribir porque se tiene un deseo de ser alguien -gracias al oficio- es una fantasía, un cuento que siguen creyendo algunos ilusos del mundo ¿qué cambias sentándote a escribir sobre las maravillosas cosas que te entrega la vida? ¿qué cambias cuando escribes? ¿qué acción llevas a cabo cuando escribes?.
Escribir y sentir que eres importante ¡patrañas!, escribir y decirle al mundo que eres importante por eso ¡bah!, y qué decir de creerte el cuento ¡prepárate que mientras más alto creas estar, más te jodes al caer!.

Suerte por el 50, cincuenta tragos directo a la garganta, mil palabras que se revuelven cuando estás ébrio y todo sigue allí, como la primera vez.

sábado, 17 de julio de 2010

Los monstruos ya no son los de antes.

Paulita caminaba a su casa. Paulita vencía cada día su miedo al hombregato para llegar a su casa. Paulita tenía un grupo de amigos que también temían al hombregato.

La niebla se arrastraba a esas horas de la tarde, parecía una cortina gris que antecedía la aparición del temible hombregato. Los maullidos asustaban a cualquiera que caminara a esas horas por las estrechas calles del pueblo, ese molesto sonido que parecía venir de todos los lugares a la vez. Los niños corrían a sus casas porque escuchaban los pasos del hombregato, pasos que hacían que la tierra temblara. Algunos niños no regresaron jamás a sus casas, el hombregato los secuestró para comérselos. Cada vez que los niños salían a jugar, algunas calles más allá esperaba el hombregato a que algún niño decidiera irse solo a su casa. ¡Qué festín se dará esta noche!.

martes, 6 de julio de 2010

Sistemas fiables

Ella caminaba bajo los balcones, le daba cierta sensación de seguridad, nada podía caer del cielo y dañarla si caminaba bajo los balcones de la ciudad.
ÉL gustaba de mirar por sobre la cabeza de las personas que paseaban por las calles, le fascinaban las mujeres que agitaban sus vestidos al caminar.
El atardecer le daba un aire nostálgico a la ciudad, ambos sonreían con la calidez de la última luz del sol de ese día.
Ella escucha un trueno y no puede evitar mirar al cielo. Él ve el rostro de una muchacha asomarse desde la calle en el momento en que un segundo trueno lo asusta y deja caer el tazón con café que sostenía. Ella mira al cielo, ve las nubes, al tipo del balcón y el tazón cayendo; cierra los ojos. Él corre escaleras abajo y tropieza en el último tramo, se golpea la cabeza, pero logra pararse y llegar hasta la mujer que está en el suelo, sangrando. Al verla allí no se le ocurre otra cosa que recostarse a su lado y dormirse allí. Ambos sangrando bajo la lluvia, sin preocuparse.

lunes, 5 de julio de 2010

Regla 70:

Los clientes de tu bar habitual son una prolongación de tu familia. Son tus padres, madres, hermanos y hermanas. La única diferencia es que con estas hermanas puedes acostarte. Y si estás borracho perdido, con las madres también.


¿Esto resume mis últimas "salidas"?...

lunes, 7 de junio de 2010

Si habla de peces y es un pez, debe ser bueno.

Era un joven bastante normal, de caminar normal, de pensamiento normal, de rostro normal. Llevaba ropa ajustada y un gorro. Ropa a la moda y un particular gorro negro. Decidió robar un libro importante y se deshizo de él en cuanto tuvo oportunidad, desafortunadamente el libro pasó por muchas manos. ¿Quién te dijo que tenías razón? ¿cómo se te ocurrió esa estúpida idea? robar un libro es un crimen. Hablaba de lo correcto, creía que cada paso que daba era sobre la senda del bien y usó esto para justificar el robo. Cierto día interrumpió la conversación de dos muchachas, una de ellas sintió que el odio la invadía. La muchacha que sintió odio no conocía al joven que interrumpió su conversación, ella sabía su nombre y lo veía todos los días, pero no quería llegar a conocerlo, le desagradaba todo de él. La muchacha no creía posee la razón, no estaba ni cerca de actuar con sentido común, no estaba dentro de su lógica hacerlo, odiar estaba en su naturaleza. Una noche de borrachera obligada se encuentran porque recorren la misma calle en sentidos contrarios. Al momento de estar frente a frente ambos se detienen y se miran a los ojos, sostienen la mirada por algunos segundos. Maldito bastardo. Maldita psicópata. No tenían motivos para odiarse, sin embargo imaginaron razones y eso justificó sus insultos. El odio es difícil de olvidar.

viernes, 28 de mayo de 2010

Paseante ocioso [Parte I]

En la calle solitaria la luz parecía llegar sucia al suelo. Todo allí tenía un aspecto desagradable, adherido a las paredes y sobre el suelo, manchando el cielo. El humo venía de algún lugar cercano, lastimaba sus ojos. Ya podía enfocar la vista, intentó levantarse. Miraba fijamente sus pies, uno al lado del otro, sosteniendo su cuerpo débil y maltratado. Escupió un par de dientes y mucha sangre, levantó el brazo para limpiar con la manga de la chaqueta la sangre que escurría a través de la comisura de sus labios. Su mano era una forma grotesca, de tonos rojos y morados, palpitando animada por un corazón propio. Desvió la vista, eso era más de lo que podía soportar. Un par de pasos le significó un dolor agudo en el pecho, del lado izquierdo. ¿Fue la caída o la patada?, ya no lo recordaba.

lunes, 10 de mayo de 2010

El episodio del regreso

"Altruismo sexual: se produce cuando una persona
por su minusvalía,
temor a la perdida o el abandono
del objeto amado, se subalterniza
a los designios
eróticos de éste aunque no los sienta o comparta."


Y regresa por cuarta o quinta vez -no lo recuerdo-. Se sienta, camina por la casa, intenta entablar una conversación conmigo. ¿Es que no entiende que ya no lo quiero cerca?. No deja de moverse, saca una copa y baila con ella. Va a buscar la botella que traía bajo el brazo cuando regresó, la copa va a dar contra la pared. ¡Está derramando el vino sobre su cabeza!, se mueve lentamente, abre un poco su boca y bebe lo que cae en ella. Tiene los ojos cerrados. ¡Maldita sea!. La botella vacía se rompe al tocar el suelo, la soltó porque se acabó el vino. Se desnuda sin prisas. Ya no puedo aguantar todo esto ¡la última vez me dejaste porque no querías usar las cuerdas! ahora estás cubierto de licor y una gruesa cuerda cuidadosamente amarrada alrededor de tu cuerpo se tiñe de burdeo. Intento contener el deseo que impulsa mi cuerpo, pero es inútil.
Cuando todo termina desato cada nudo que mantiene la cuerda tensa sobre su cuerpo. Escucho un sollozo y conozco la razón. La última vez se quejó de todo, de mi cuerpo, de mi olor, de las cuerdas con las que intenté atarle, del vino, de la botella, de la copa y de la cama. Se fue, pero regresó pronto. No quizo someterse esa última vez, pero no le quedó alternativa al regreso. Si quieres algo, obtenlo a cualquier precio.

sábado, 24 de abril de 2010

Justificando un poco el mal del mundo.

¡Número 65!. Una señorita detrás del mesón levanta la vista para atender al número 65, se sorprende pues “la clienta” parece una copia exacta de ella. Tratando de mantener una postura indiferente, pestañea un par de veces antes de seguir con su trabajo. Se escucha una pregunta en tono bajo -¿nombre?-. La señorita encargada de anotar los datos empuña ambas manos al escuchar el nombre de esa desconocida, la mira sin entender cómo puede existir una persona igual a ella, idéntica hasta el último detalle y para rematar la escena, la desconocida afirma poseer también su nombre. La mujer relaja sus músculos e intenta convencerse de que todo aquello es solo una desagradable coincidencia. La siguiente pregunta aclarará el asunto -piensa la mujer-, es imposible que aquella desconocida nombre siquiera la calle en dónde se encuentra su casa. Al terminar de escuchar la respuesta, la mujer se levanta de su asiento, su rostro está enrojecido, la rabia se apodera de sus ojos azules, los nudillos pierden su color por la fuerza con que apreta sus manos. Se escuchaban frases entre los jadeos furioso de la mujer ¿qué quieres? ¿cómo sabes en dónde vivo? ¿qué quieres?. Algunas personas se inquietan por el comportamiento de la mujer, pero nadie desea entrometerse. Es mi cuerpo, mi nombre, mi casa. “La clienta” introduce su mano lentamente en el bolso rosa que lleva colgado en el hombro, en pocos segundos se puede ver un arma relucir con la luz natural proveniente de las ventanas de vidrios transparentes. La mujer que gritaba se siente amenazada por el arma, ahora está de rodillas en el suelo suplicando. “La clienta” apunta con el arma la cabeza de la mujer arrodillada, sonríe, ya nada de eso es tuyo cariñito. El sonido del disparo quedó en la memoria de las personas que presenciaron el encuentro de dos personas idénticas. La supervivencia del más apto, eso dicen por ahí.

sábado, 17 de abril de 2010

Un presente con "c", es ese "precente" totalmente predecible.

Se me perdió una maleta con unos poemas y algunas
otras cosas, soy pobre y agradecería que me devolvieran
mis cosas, tienen alto valor sentimental.

Algunas semanas después, me enteré que el tipo recuperó su maleta. Lamentablemente los poemas estaban ilegibles, en realidad eran una masa amarillenta de olor nauseabundo. La vieja que encontró la maleta la usó como sanitario de sus gatos, según ella, la maleta absorbía perfectamente los pichis de sus adoradas mascotas. ¡Vieja de mierda! diez años de trabajo olor a orines de gato.

La vida es mala con los buenos ¿o es al revés?.

domingo, 11 de abril de 2010

Esa locura de un segundo

Estaba destinado a ser un muchacho pequeño, un ser frágil y delicado, pero como muchas cosas ese potencial se fue a la basura, quedó abandonado en algún lugar junto a su seguridad y su gracia. Ahora era un joven extraño, su boca, nariz y ojos ocupaban apenas la mitad de su rostro, los brazos le colgaban a cada lado del cuerpo y se balanceaban con poca naturalidad, era imposible verlo sin sentir lástima, a cada paso que daba podías escuchar un “me siento incómodo”.
Y cuando ellos reían, yo vi belleza en toda la escena.
Me desconecté un segundo de mis pensamientos y pude ver a este desgraciado jovencito rodeado de personas que se burlaban de él, gente de ropas coloridas y cabellos bien cuidados, de manos suaves, cuerpos bellos ¡perfectos!.
Toda la escena generaba una especie de energía que me intimidaba, asi es que decidí escudarme tras un joven que estaba sentado y parecía especialmente interesado en burlarse, el dedo índice de su mano derecha apuntaba al muchacho desgraciado que seguía caminando incómodo entre tantas miradas.
Me acerqué despacio y me pegué a su espalda, uno de mis brazos rodeaba su cuello y el otro apresaba su pecho. Casi al instante el joven se tensó, yo susurraba muy cerca de su oreja, él es igual a ti -le dije-.
La escena se quedaba vacía, muchas de las personas que observaban se retiraron, debían hacer otras cosas o ir a burlarse de alguien más.
Yo seguía pegado a la espalda del jovencito, sintiendo su respiración acelerarse, sintiendo su espalda inusualmente recta y sus brazos tratando de deshacer mi agarre.
Sentí que aquello era demasiado, me despedí mordiendo su oreja izquierda.

domingo, 21 de marzo de 2010

La teoría del tapón en el culo

En estos tiempos de temor nada mejor que confiar ciegamente en los consejos de algún amigo que pueda soltar cien datos (in)útiles en un minuto.
¿Qué? ¿tiempos de terror?. Seguro no has escuchado que se llevan a la gente, esos… ¿cómo se llaman? ¡ah sí! esos bichos alienígenas. Miré a mi amigo algunos minutos asombrado por su declaración, luego me reí de él hasta que se largó. Por supuesto lo ignoré, hasta que un buen día de verano me levanté con la sensación de haber envejecido muchos años en una sola noche. Y es que me desperté totalmente mareado, intentado expulsar algo de mi cuerpo aún cuando parecía estar vacío. Era un parque -muy bello por cierto-, con un sutil toque antiguo y exótico. Me venció el cansancio antes de que mis intenciones de vomitar tuvieran éxito, levanté la vista y allí, a mis pies, había varios espejos formados por agua cristalina. Estuve algunos minutos observando mi reflejo en cada uno de esos espejos, allí comprobé que de hecho había envejecido un poco. Sentí una respiración distinta a la mía y cuando quise voltear para ver a esa otra persona detrás de mí, se abalanzó sobre mi cuerpo y me cubrió con un abrigo grueso a la vez que me inmovilizaba sobre el piso. No le haré daño, tranquilo amigo -me dijo-. Fue después de escuchar esas palabras que reparé en mi estado real. Me encontraba desnudo, temblaba entre el piso, el abrigo y ese hombre que insistía en que me tranquilizara. Podía ver mi cabello húmedo cubriendo mi rostro, podía sentir cómo desde cada agujero de mi cuerpo escurría una sustancia viscosa. Me asusté por primera vez en años, volví a llorar como cuando era un niño y así me dormí profundamente.
Al abrir los ojos aquella mañana, un relámpago de ideas vino a mi mente. Recordaba muy poco acerca de mi vida antes de despertar en ese parque, así es que el instinto me dictó el resto. Por ningún motivo debía salir de aquel lugar, además tenía que esperar pacientemente a que regresaran por mí. Tenía que esconder mis ojos, tapar mis orejas, cerrar mi boca, cubrir mi nariz. ¡¿Y el tapón en el culo maldito loco?! -me gritó el tipo de la cama del lado-, yo le respondí cortésmente que eso lo habían resuelto “ellos”.

sábado, 2 de enero de 2010

Regla 33.

Lo único que sabe mejor que el alcohol gratis, es el alcohol robado. ¡Feliz año maldita sea!.