domingo, 11 de abril de 2010

Esa locura de un segundo

Estaba destinado a ser un muchacho pequeño, un ser frágil y delicado, pero como muchas cosas ese potencial se fue a la basura, quedó abandonado en algún lugar junto a su seguridad y su gracia. Ahora era un joven extraño, su boca, nariz y ojos ocupaban apenas la mitad de su rostro, los brazos le colgaban a cada lado del cuerpo y se balanceaban con poca naturalidad, era imposible verlo sin sentir lástima, a cada paso que daba podías escuchar un “me siento incómodo”.
Y cuando ellos reían, yo vi belleza en toda la escena.
Me desconecté un segundo de mis pensamientos y pude ver a este desgraciado jovencito rodeado de personas que se burlaban de él, gente de ropas coloridas y cabellos bien cuidados, de manos suaves, cuerpos bellos ¡perfectos!.
Toda la escena generaba una especie de energía que me intimidaba, asi es que decidí escudarme tras un joven que estaba sentado y parecía especialmente interesado en burlarse, el dedo índice de su mano derecha apuntaba al muchacho desgraciado que seguía caminando incómodo entre tantas miradas.
Me acerqué despacio y me pegué a su espalda, uno de mis brazos rodeaba su cuello y el otro apresaba su pecho. Casi al instante el joven se tensó, yo susurraba muy cerca de su oreja, él es igual a ti -le dije-.
La escena se quedaba vacía, muchas de las personas que observaban se retiraron, debían hacer otras cosas o ir a burlarse de alguien más.
Yo seguía pegado a la espalda del jovencito, sintiendo su respiración acelerarse, sintiendo su espalda inusualmente recta y sus brazos tratando de deshacer mi agarre.
Sentí que aquello era demasiado, me despedí mordiendo su oreja izquierda.

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