sábado, 16 de julio de 2011

Dulce Amanda


Amanda luce un vestido de ondas azules, en el muslo se puede ver un brillo metálico que puede corresponder a un arma afilada, sus ojos son de un brillo particular, hermosa, despierta y atenta a todos los estímulos que puede recibir de su entorno, le encantan los lugares amplios, calientes y solitarios, Amanda lleva un cuchillo en las bragas porque sabe que alguien la persigue, un hombre que se acercará a ella con la intención de acabar con su vida; ella lo espera y siempre el cuchillo rasguña la piel de su muslo derecho. Cuando Samuel se le acercó y la invitó a caminar, ella lo miró de pies a cabeza y no pudo comprender que un hombre sano, de piel ligeramente enrojecida por el sol y perfectamente formado, quisiera caminar a su lado, deduciendo segundas intenciones directamente relacionadas con sus observaciones, ella lo identificó como el asesino que toda su vida había estado esperando. La excitación le dio al pálido rostro de Amanda un rubor febril que asustó un poco a Samuel, pero la invitación ya estaba hecha y sonriendo esperaba que ella se decidiera a caminar para igualar su paso y comenzar la caminata. Amanda comenzó a sentir un cosquilleo desesperante entre las piernas, un pulso que generaba su cuerpo desde algún punto detrás de su vagina, al mover las piernas para comenzar a caminar sintió que se humedecían sus bragas, algo parecido a un gemido acompañó a la brisa que agitó un poco el vestido que cubría su cuerpo hasta las rodillas. Samuel intentó cubrir la erección que en ese momento abultaba la entrepierna de sus pantalones azules, el gemido de la mujer provocó que su corazón se paralizara un momento, la brisa le permitió observar brevemente las blancas piernas de Amanda, además de vislumbrar un brillo metálico que le pareció inquietante. Ella buscó desesperada un punto de apoyo en una pared cercana, la excitación le quitó estabilidad a sus piernas y, estando a punto de caer, su espalda hizo contacto con algo, dos muros que se encontraban perpendiculares le permitieron conservar el equilibrio y tomar el cuchillo de entre sus ropas. Samuel alzó ambas manos, extendiendo cada dedo y alzando los brazos en señal de rendición, él comprendía los riesgos de intentar siquiera alguna acción y decidió correr lo más lejos posible de aquel lugar. Amanda dejó caer el peso de su cuerpo y se deslizó hasta el suelo, seguía excitada. Desafortunadamente el asesino que tanto había esperado era un maldito cobarde, ella se sintió decepcionada y es que ya nada podría sucederle de ahora en adelante. Amanda vio a otra mujer algunos metros más allá, el vivo reflejo de su imagen y hasta el vestido de motivos florales le evocaban recuerdos de ella misma minutos atrás. Aquella mujer se contoneaba mientras se movía a cuatro patas sobre el pasto, un perro la montó de pronto y al instante un hilo de orina recorrió su pierna cambiando de dirección obedeciendo al movimiento fuerte y repetitivo de las penetraciones. Amanda miraba la escena perdida en cada pequeño detalle, ella misma se orinó sobre el pasto mojando su vestido, sus piernas, su mano que buscaba la entrada de su vagina; pensó que sus dedos, incluso su mano, no era suficiente para saciar el hambre que parecía invadirla, acabó introduciéndose el mango del cuchillo repetidas veces. Cuando sintió un líquido mucho más caliente escurrirse hasta el pasto abrió sus ojos y no había allí ningún cuchillo, ella no sangraba. Esa extraña visión realmente la había excitado, su cuerpo se movía impulsado por alguna fuerza que no parecía menguar. Sus manos estaban abiertas una junto a la otra sobre el pasto, su cuerpo se sostenía de manos y rodillas. Sintió que su cuerpo recibía una y otra vez un cuerpo extraño, algo abultado que entraba y salía de entre sus nalgas, intentó mirar sobre su espalda y alcanzó a ver a un perro jadeando, sintió las uñas de las patas del perro enterrarse en su espalda. Una mujer viendo su muerte a través del filo de un cuchillo que introduce repetidamente en su vientre, la visión de un perro perdido intentando penetrar a una mujer perdida, éxtasis. Y en el oscuro ojo del perro podía verse a dos mujeres muriendo por las raíces de sus entrañas cercenadas, el brillo oscuro preguntándose si ellas siempre estuvieron ahí.

1 comentario:

Virgilio dijo...

Primero que nada me justifico por no aparecer en varios meses. Es que estaba ocupado archivando algunos textos de poetas australianos y no he tenido el tiempo para navegar en internet. Ojalá mi perdida no sea motivo para el rechazo de mi comentario.
Mi primera exclamación al leer el texto fue: ¡ES FANTÁSTICO! es un muy buen cuento, sin censura o vergüenza al usar la palabra vagina, pene, las escenas extrañas. Tu manejo al exponer personajes que sufren de Locura o de perturbaciones cerebrales es muy real e irreal al mismo tiempo, es decir usas la Locura para llegar al Misterio. Recordemos cuando Belano cuenta sobre el poeta de Mondragón: un hombre masturbándose mientras dos se persiguen en el patio…
Tengo la certeza que este texto puede ser uno de los tantos que forman tu ILUSTRADA LOCURA FEMENINA.