Hablaba cierta vez con un tipo, un tipo común y corriente, con pantalones
ajustados y esa actitud de saber el porqué pasan todas las cosas, vientre
abultado –demasiado tiempo leyendo decía él, demasiado tiempo rascándose los
sobacos decía yo–; siempre parecía pensar, era la eterna reflexión interna poco
coordinada con las funciones motoras básicas (una mirada al cielo,
preguntándose si los marcianos tendrían sus propias enfermedades sexuales
marcianas y se le arrancaba un pedo bastante sonoro que intentaba “cubrir”
dando unos pasos adelante). La cuestión era que, aunque tenía todas las
respuestas estaba constantemente dificultando mis decisiones con sus dudas
acerca de todo lo que hacía, me enfermaba cuando me preguntaba por qué no
tomaba provecho de esto o de aquello, que era mi deber sacar ventaja del engaño
y la mentira… realmente era agotador tener una conversación con él. Seguí
caminando sin hacer mucho caso de nada, los satélites estaban activados ese
hermoso e inusual día de octubre. El tipo preguntaba y lo único que yo podía
escuchar (de sus labios brillantes y perfectamente cuidados) era un murmullo
insoportable; me detuve, giré hasta quedar de frente a él y le dije, apenas
moviendo mis labios, que los satélites sabían lo que nosotros estábamos
pensando, que le fulminarían apenas se le ocurriera algo indebido o, incluso,
aunque él solamente pensara que tenía la certeza de que pensaba algo indebido;
la muerte estaba aseguraba. ¿Satélites? ¡por el amor de Dios! pero qué dices –soltó
él como reprochando algo sin importancia, debía de tener muchos cojones porque
el jodido satélite estaba sobre nuestras cabezas. Vete de aquí –le dije
haciendo un pequeño ademán con la mano derecha–, solo pensaba que si él no me
hacía caso me vería obligado a poner en práctica la T.V.Z. (la teoría del viaje
zigzagueante), no es una técnica depurada, no está lista ¡maldita sea!. El tipo
retrocedió algunos pasos, quizás mi rostro no era tan tranquilizador, quizás
sabía algo de la T.V.Z. y los satélites leerían mi plan de escape a través de
su mente. TVZ: recorrer unas cuadras cambiando de
dirección al finalizar alguna de ellas, de esquina a esquina siguiendo un
patrón oblicuo a través de la ciudad, una esquina luego a la izquierda, luego
de frente y de nuevo a la izquierda.¡Paf! el sujeto se desplomó cuando yo estaba
cambiando de dirección justo a una cuadra de distancia de él, la T.V.Z. había
sido descubierta, el próximo blanco sería yo con mis delirantes ideas sobre viajes
zigzagueantes. [A,1] caminé rápido, sin mirar al sujeto que aún se retorcía
humeando. [B,1] un gota de sudor recorrió mi frente, saló la comisura de mi
labio. [B,2] miré arriba y allí estaba, seguía sobre mi cabeza. [C,2] la
soledad de aquella calle me permitió apurar el paso. [C,3] me sentí cansado,
inspiré profundo, solté el aire tan rápido que mis pulmones quisieron
manifestarse por el esfuerzo y una punzada del lado izquierdo me distrajo dos
segundos. [D,3] rayo, rayo mortal a pocos centímetros de mi pie derecho ¡ay! mi
pie está muy caliente, probablemente quemado. [D,4] no podía permitir que me
alcanzara, mi teoría no era perfecta, pero la había estudiado bien. [E,4] el
satélite no está arriba, luego del séptimo cambio de dirección en mi trayectoria
¡el satélite desaparece! mi vida está a salvo, tengo cautela al seguir mi
camino zigzagueante, otro satélite puede aparecer.
[A modo de editorial en Revista Literaria Escarnio N°23 / Octubre 2011]
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