1.- El ladrón de libros
Se contaba, nos contaron, les mintieron a todos. Es una práctica común,
no te asustes ni pienses que los ladrones son personas malas; éstos roban
porque los libros, para ellos, no son fáciles de conseguir. Les interesa, por
sobre todo, leer. Son buenos y se sienten bien, a ninguno de ellos les
atormenta la culpa. Te aseguro que los ladrones han aprovechado el libro tanto
o más que el sujeto que pagó por él.
Ninguno aceptará que lo hizo hasta que reconozca a otro ladrón. Entre
ellos es una prueba importante poseer un libro que todos los demás quieren. Se
cuentan entre ellos en qué circunstancias robaron un libro, qué tan fácil o
complicado resultó, las expresiones en los rostros de las encargadas, porqué
escogieron ese y no otro. Algunos conservan libros marcados con sellos en los
que se puede leer “Biblioteca pública de…” “Ilustre municipalidad de…”: en
general son perezosos y jamás quitan las marcas, a pesar de que es fácil
hacerlo, una lija para madera diluye, en gran parte, el timbre en rojo o
morado. Algunos otros mutilan la dedicatoria, el sello o cualquier otra marca
que encuentren en los libros. Hay quien escribe en ellos, los marcan para
afirmar su pertenencia sobre lo robado “Con este libro malcrío al pueblo de
Chile” o algo parecido; aunque éstos ejemplares son luego regalados o prestados
a lectores de menor edad.
Ahora, te preguntarás si lo de “es una práctica común” es cierto ¡pues
claro! hasta en personas que jamás te lo imaginarías. Te pedí que no tomaras
esto como algo malo, cuando se roba un libro que acabaría “dado de baja” porque
nadie lo pide en préstamo o está deteriorado, el robo se transforma en rescate;
muchos lo ven así, incluso se arrepienten de no haber robado más, a menudo
escuchamos que los libros acaban en la basura o en bodegas llenas de hongos y
bichos ¿por qué no llevarlos a casa para leerlos (aprovecharlos hasta el
cansancio) y conservarlos?
Te pido ahora que, aunque te sientas caracterizado, no dejes de leer.
Existe una historia muy particular con respecto a este tema, no se trata de
aspirantes a escritores, editores de revistas literarias o personas comunes; su
protagonista es un tipejo muy conocido, uno que todos han nombrado alguna vez y
que la mayor parte teme, muy conocido por utilizar la violencia y las amenazas,
por acaparar lo que se llama “oficialidad”, por negar autores que habitan en la
ciudad en que vive (los que no adhieren a su causa, con sus consecuencias y
limitaciones) y por pisotear a los que sí trabajan por él y con él… sí, ese, al
que acabas de nombrar. Volviendo al tema, más de una vez he escuchado que sus
inicios no fueron muy limpios, incluso hoy se mueve rozando la ilegalidad, le
llamaremos “el mafiosillo”; imagina, si le nombramos, estaremos dándole más
importancia. Escuché, me dijeron, me mintieron diciéndome que era un gran
escritor, que él desempeña un trabajo importante para los autores y lectores
locales. ¿Escuchaste cómo comenzó construyendo su imperio? sí, los ladrones de
libros siempre ambicionarán una librería; creen que los mantendrá cerca de su
oficio, les dará dinero para vivir y tendrán contacto con los lectores; pero
todas estas ambiciones distan mucho de la realidad. Pequeño aspirante a
periodista, no creas lo que el mafiosillo
dice. Me cuentan, me repiten: comenzó estafando a la dueña de otra
librería, una en la que él trabajaba de joven. Muerto el dueño, todo pasa a ser
de la esposa, ella no tiene idea de nada, a ciegas confía toda la
administración a este joven empleado. De a poco los pedidos se vuelven caros y
la librería no está recaudando lo que debe por la cantidad de libros
encargados. ¿Qué sucedió con la señora? no tengo idea, supongo que murió, como
todos los viejos. El mafiosillo se
salió con la suya, sin embargo, hizo lo que nosotros no haríamos nunca, robar
libros nuevos.
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