domingo, 2 de noviembre de 2014

Busco la lluvia



Me detengo embobado un instante, veo la lluvia; ínfimo momento levantando la cabeza, viendo el cielo arremolinarse sobre todo. Como recuerdo borroso la fusta del relámpago. La luna desaparecida y encontrada tras la nube de ira. Soy el animal tembloroso que huye. Pasan corriendo otros escapando del trueno, la inquietante desgracia del miedo estrellado, dentro de mí, dentro de otros. Pienso alcanzar mi pie a través de mi pierna, la estricta delgadez del rayo cruzando mis huesos, pánico. Puede ser agua turbia lo que corre hasta el suelo, creo en mi sangre cobarde. El relámpago dibuja líneas de luz en mi ojo, soy el que retrocede y golpea, el que marca en la sien cada grado de discordia. Todos corren ¡animal! Por el agua, por la inesperada lluvia de horror en el cenit de la ciudad. Veo mis brazos acabar en manos y arde cada gota, el susurro, el grito, lo que cae y resbala. El miedo, terror, la lluvia, luna, gotas de relámpago, truenos de oleada parecida al mar. Correr, escapar, huir del lago y la bahía. Cruzo nervioso el portal, me parecen impropias las miradas que recibo. Dos pasos o más, de regreso, empapado, mugriento y temeroso. Alfombra, zapatos, la ventana  abierta, miro avergonzado al suelo, soy un niño regañado sorprendido en medio del éxtasis. Temo al sonido de la cólera del cielo, tengo en mis ojos la marca del temor, junto a mi nariz y sobre mis mejillas. Cada imagen, una duda, la discordia. La cama, sábanas impecables, una llamada. La ducha, el baño brillante; resplandor que recuerda el destello de la calle en tormenta. Desnudo, desnudo escapé del terror y desnudo esperaré a que amaine, una prenda tras otras, lento o rápido, no lo sé. Me acurruco en la tina, el piso frío impide el inmediato contacto con el fondo. La ducha, la lluvia personal en un ambiente controlado, como bajo un foco de luz en la calle, en la tormenta, lluvia, un poco de lluvia. El miedo sigue y me deja dentro de la boca sangre. No se oyen los truenos. Golpeo el borde de la tina, mis manos tiemblan y no reconozco el dolor, no evitar, no propagar, no detener. Soy el maldito sonido del trueno, de la luna invisible, del agua venenosa, soy el aullido del viento.

[Publicado en Revista Añañuca]

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