Me detengo embobado
un instante, veo la lluvia; ínfimo momento levantando la cabeza, viendo el
cielo arremolinarse sobre todo. Como recuerdo borroso la fusta del relámpago.
La luna desaparecida y encontrada tras la nube de ira. Soy el animal tembloroso
que huye. Pasan corriendo otros escapando del trueno, la inquietante desgracia
del miedo estrellado, dentro de mí, dentro de otros. Pienso alcanzar mi pie a
través de mi pierna, la estricta delgadez del rayo cruzando mis huesos, pánico.
Puede ser agua turbia lo que corre hasta el suelo, creo en mi sangre cobarde.
El relámpago dibuja líneas de luz en mi ojo, soy el que retrocede y golpea, el
que marca en la sien cada grado de discordia. Todos corren ¡animal! Por el
agua, por la inesperada lluvia de horror en el cenit de la ciudad. Veo mis
brazos acabar en manos y arde cada gota, el susurro, el grito, lo que cae y
resbala. El miedo, terror, la lluvia, luna, gotas de relámpago, truenos de
oleada parecida al mar. Correr, escapar, huir del lago y la bahía. Cruzo
nervioso el portal, me parecen impropias las miradas que recibo. Dos pasos o
más, de regreso, empapado, mugriento y temeroso. Alfombra, zapatos, la ventana abierta, miro avergonzado al suelo, soy un
niño regañado sorprendido en medio del éxtasis. Temo al sonido de la cólera del
cielo, tengo en mis ojos la marca del temor, junto a mi nariz y sobre mis
mejillas. Cada imagen, una duda, la discordia. La cama, sábanas impecables, una
llamada. La ducha, el baño brillante; resplandor que recuerda el destello de la
calle en tormenta. Desnudo, desnudo escapé del terror y desnudo esperaré a que
amaine, una prenda tras otras, lento o rápido, no lo sé. Me acurruco en la
tina, el piso frío impide el inmediato contacto con el fondo. La ducha, la
lluvia personal en un ambiente controlado, como bajo un foco de luz en la
calle, en la tormenta, lluvia, un poco de lluvia. El miedo sigue y me deja dentro
de la boca sangre. No se oyen los truenos. Golpeo el borde de la tina, mis
manos tiemblan y no reconozco el dolor, no evitar, no propagar, no detener. Soy
el maldito sonido del trueno, de la luna invisible, del agua venenosa, soy el
aullido del viento.
[Publicado en Revista Añañuca]
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