Me han golpeado con perros muertos
Soy el temeroso cáncer arrinconado
por el radio-zurdo
Tengo miedo ciervos-monstruos
Padezco del síndrome literario
Y he muerto cien veces
en
el corto lapso de dos semanas.
Cesare D´amico
Me dictaba y dictaba la cabeza, sentía
miedo de confrontar el odio de todos, de los que conocí y abusaron, de los que
desconozco y temo. Quizás debimos dejar que pasaran sobre nosotros, ahora no
seríamos culpables de la censura (la que las víctimas procuraron para sí).
Supongo que pudimos publicar sin erratas y con lujos aquella carta que guardó
el jodido anciano; debimos dejarla ahí, olvidada. Debí cuidar mi salud mental
durmiendo más, preocupándome menos; no olvidar que si enfermo, el mástil se va
a pique, desaparece lo que queda del madero podrido. Podría decir “jódanse”, lo
haré mil veces, en mi cabeza, mientras fumo rogando porque no se acerquen. El
desprecio, todo ese odio, la memoria del hastío en sus rostros tensos. Hasta el
que ayudamos, todos perdidos en la circunvolución de un gusanillo de mezcal.
Siento que el cansancio cobrará algo de mí, siento que caeré con miedo,
aterrorizada por lo que supongo e intuyo como real. Me miran como si necesitara
alivio, como si pudieran desear para mí algo, algo sin cobrármelo. Seguiremos
siendo imbéciles, todos, porque nacimos pensando que éramos libres por
pretender ser artistas, por pasarnos la vida pensando que hacíamos algo; me
incluyo, peco de estupidez, cometo errores y dejo que abusen porque creí que
había algo en mis manos, ahora me golpean con perros muertos, los mismos perros
que creí mis pares.
[13/febrero - Publicado en Revista Escarnio N°43]
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