Viendo, curioseando y leyendo, en esta versión de
la feria del libro de La Serena, me di cuenta de que coexisten dos tipos de
revistas “caseras” en la ciudad; la tradicional revista literaria-
cultural-underground del “pegotín” (aquellas revistas en que se toman textos,
según las lecturas de los editores, se seleccionan y publican haciendo un
documento que rescata a escritores poco conocidos y autores locales) y las que
hacen un trabajo editorial completo (las revistas contienen secciones fijas,
escritos recientes, artículos, se proclama una idea y se mantiene). Menciono a
las revistas –en circulación ̶ “Musaraña”
(90´), “Escarnio” (2009) y “Cíclope” (2012) como seguidoras de la tradición que
comienza y se mantiene con “Añañuca” (80´); con esta mención, debo aclarar que
desconozco si existen otras revistas “tradicionales” en circulación, mis
disculpas a los otros u otras que publican y no serán mencionados por
ignorancia. Debo también aclarar y caracterizar a estas publicaciones
“literarias-culturales-underground”: tiradas de 10 a 150 ejemplares por número,
preferencia del texto por sobre el diseño, publicación frecuente de los autores
preferidos por los editores, no tienen como objetivo publicar para hacer de
esto un asunto rentable (casi todos los ejemplares se regalan). Las primeras
tiene como Musa estrella a la Literatura (ya sea poesía, cuento o novela), la
otra apuesta por el artículo. Una se sostiene en el tiempo, constante, /estoica/,
con uno o dos editores intentando mantener con vida la revista; la otra
desaparece y se materializa intermitente a través de los años, con distintos
nombres y bajo desiguales orígenes (universidades, grupos, colectivos). Para
quien no sepa sobre las revistas literarias de la “vieja escuela” (y con razón,
pues sólo las puedes conseguir con sus editores), se trata de escritores
locales que utilizan sus revistas para publicar sus propios textos y los de
otros (siempre y cuando sean de su preferencia) cada una de las mencionadas
arriba tiene una carácter particular (reflejo, creo, de sus editores) que las
hace necesarias y únicas –teniendo en cuenta que todas tienen características y
origen común ̶ . Añañuca (cuyo único miembro activo y en
funciones literarias es Samuel Núñez) con 249 ediciones, mezcla artículos
“prestados” desde periódicos y revistas antiguas, poesía local de los 70´ y
80´, arte, música, ilustrado con dibujos propios del autor. Musaraña
(representada por el poeta Shakti Kundalini seudónimo de Gonzalo Hernández),
con 133 ediciones, publica principalmente poesía chilena, escritores malditos,
autores jóvenes de la ciudad, ediciones especiales producto de eventos
literarios varios, ilustrado por imágenes tomadas de internet y fotografías de
los autores publicados. Escarnio (a cargo de Daniel Cortés y Pía Ahumada) con
43 ediciones, publicando textos de autores consagrados y locales, enfocada
principalmente a la literatura equilibrando entre poesía y narrativa,
ilustrando con juegos de imágenes de fotógrafos, pintores, artistas visuales.
Cíclope (editada por Fernando Vargas) con 12 números, pretendiendo ser una
revista delictual –así proclama la portada ̶, publicando revistas con temática
azarosa y con marcada preocupación en la diagramación, además de la constante y
curiosa aparición de textos del editor y de su “doble” (él mismo) bajo distintos
nombres, ilustrada con imágenes también al azar. Durante el tiempo que llevan
apareciendo estas revistas, pocos cambios han mellado su estilo; es necesario
mencionar que recientemente aparecen las hojas de color en las portadas, imágenes
también a color (copias impresas), cambios en el formato e innovaciones en la
encuadernación. En un plano personal, he conocido bastantes revistas caseras en
los años que llevo perteneciendo al mundillo editorial serenense, menciono
estas revistas porque conozco desde cerca a los responsables y la historia de
cada una, puedo decir con seguridad que pertenezco a la camada de la “vieja
escuela” y recién ahora, en febrero del 2014, me doy cuenta de ello; con esto
no pretendo que nos vean como revistas “hermanas”, indiferenciadas y
desconectadas con las nuevas publicaciones, simplemente pretendo que asimilen
el valor de cada una, conozcan a sus responsables y vean como significativo el
aporte que realizan a la comunidad serenense (que por una parte ignora olímpicamente
a sus autores locales y por otra pretende que La Serena sea una ciudad cultural
–¡ja!).
(Editorial Revista Escarnio Nº43)
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