viernes, 24 de febrero de 2017

El último invierno



Salió del agua, sacudió con cuidado sus alas. Allí el mar era hielo y lo cubría todo. Hielo violáceo hasta más allá del cielo. Caminó y se detuvo.
¿Olvidaba algo?
Miró al mar, quieto, en paz. Un brillo despertó su curiosidad, buscando una respuesta ladeó la cabeza. Parecía una estatua incompleta, la panza blanca fundida con la nieve, el lomo negro reflejando el sol de paso horizontal, cabeza torcida, alas cortas, patas gruesas.
¿Olvidaba algo?
Continuó observando el mar, sin tentar movimiento, no retrocedió un paso. Horas quieto.
¿Olvidaba algo?
Se miró las patas, estridentes garras. Se agitó incómodo, miró al cielo. Suave sacudió su carne, acabando en sus alas, extendiéndolas a los costados. Contempló con tristeza el final de su ala, apuntaba hacia miles de aves negras caminando en línea, todos ellos se transformarán en invierno.
¿Olvidaba algo?
Su cuello siguió torcido. Los ojos negros seguían algún movimiento a lo lejos, un brillo, una onda, gotas de agua que salían del mar. Se repetía: no tengo prisa, ya pasará. Cuello torcido, por fin estrellas. Alas cortas, colores en el cielo. Lomo negro, ya recordaba.
Corrió, corrió. Junto al mar abrió las alas y levantó las patas. La aurora se acercaba, pronto podría jugar en las maternales faldas celestiales, acunado en una luna violeta brillante, recordando que nada había dejado atrás. 

Publicado en Revista Escarnio N°60 - Bitácora Antofagasta

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