viernes, 8 de octubre de 2021

La señorita de los chocolates - Día VIII

Alguien, una mujer, gritaba "¿aló?" desde más allá del antejardín, a medio pasaje y a unos metros de mi casa. Lo que parecía ser la voz de una señorita seguía resonando en la calle, gritando "¿aló?", deteniéndose cada pocos pasos y mirando la puerta de las casas vecinas. Me asomé porque quería saber qué deseaba la señorita, qué andaba buscando o si podía ayudarla, venía en dirección a mi puerta por lo que decidí esperarla; antes tuve que ir a mi habitación a buscar una chaqueta, ya atardecía y comenzaba a correr un vientecillo frío. Me puse la chaqueta, salí y ya no estaba, pero apenas me vio en la puerta, se acercó. ¿Hay alguna mujer en esta casa que fume? -preguntó en tono cómico y muy alto para mi gusto-, yo levanté la mano a la vez que decía "¡yo!"... de inmediato metió la mano en una mochila y sacó una caja de almendras confitadas cubiertas de chocolate; ella me estaba regalando una caja de chocolates prácticamente porque había contestado "sí" a su pregunta; yo no podía creerlo ¿en serio era en agradecimiento por ser mujer y fumar y abrirle la reja para que me hiciera unas cuantas preguntas? Sonreí. Le dije que encantada respondía su encuesta, porque después de pasarme la caja con chocolates me dijo que debía responderle algunas preguntas. 

-¿Cuántos cigarrillos se fuma a diario?
-Pues 20, más o menos.

-¿En dónde los compra?

-En la avenida (un centro de llamados) y aquí cerca (en un almacén).

-¿De cuáles fuma?

-Lucky rojo, Dunhill rojo, ¿algún otro? Latino rojo.

-¡Ah, tú le das con todo! 

Con esa última exclamación de su parte, yo sonreí bobamente porque lo tomé como un cumplido. Le pregunté si había terminado con las preguntas y me respondió sacando una cartilla plastificada, en ella había impresas pequeñas imágenes de cajas de cigarros a todo color, de todas las marcas y variedades; de nuevo comenzó con preguntas mientras yo miraba -fascinada- la cartilla. 

-¿Conoces todas las marcas?
-Sí, aunque este ya no existe, le apunté las imágenes de Viceroy.
-No importa, algunas personas aún lo piden así... -continuó- ¿Con cuál estás menos familiarizada?
-Con los verdes, odio los mentolados.
-Ok, eso es todo, gracias por responder. Dime tu nombre y dame tu teléfono.

La señorita de los chocolates me indicó qué decir en caso de que alguien me llamara preguntando por la encuesta y yo pensé mientras ella se alejaba: "por esa caja de chocolates digo lo que quieras". Quizás diez o quince años después estaba yo sentada -y muy cómoda- en un sillón rojo, dentro de un bar de moda en pleno centro de una ciudad distinta y en medio de muchas personas que apenas estaba conociendo. Pasadas algunas horas, llegó un grupo variopinto de personas y algunas de ellas se sentaron compartiendo la misma mesa; cuando me saludó no capté al segundo de quién se trataba, pero mientras más y más la oía hablar, más preciso se volvió el episodio y más segura estaba de haberla oído antes y en que circunstancias nos habíamos visto... Era la chica de los chocolates. No pude aguantarme preguntarle por aquella pega tan poco lucrativa, le costó un poco recordar lo del chocolate, pero llegó un momento en que la vi notoriamente avergonzada y, minutos después, ya dejaba el bar con la cara tan roja que apenas se le notaban los labios.

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