lunes, 11 de octubre de 2021

Santa mierda - Día XI

Les escribo para despedirme, para enfrentar -de una vez- a los que no creen en nosotros; este mensaje es para todos ustedes: amigos, enemigos, extraños, conocidos, familia, geeks, necios e iluminados.

Los novatos en estos asuntos nos denominan “neopaganos” o “namastés”, nos persiguen constantemente y nos insultan, hacen videos burlándose de nosotros, de nuestras creencias y lo que decimos, de los reels que subimos y de los que se esfuerzan por acercar nuestras creencias a las nuevas generaciones usando efectos de tiktok ¡para despertarlos! para abrirles la conciencia a esas mismas personas que se burlan de nosotros… si supieran, sin tan solo supieran.

Escribo ahora porque ya llevo más que bastante tiempo en esto, leyendo, meditando, desintoxicando mi cuerpo, respondiendo a cada mal comentario con un golpe de sentido común cósmico, diciéndoles a las personas que deben, no, que necesitan despertar; ahora mismo, escribo porque siento que mi vida se acaba y deseo pedirles –desde el fondo de mi súper consciencia- que puedan despertar también, decirles que no temo a la muerte porque con mi muerte mi consciencia se liberará de este cuerpo poco evolucionado y se reunirá con las almas liberadas de aquellos creyentes que amamos tanto, los que pudieron transformarse, los que ahora habitan cuerpos transdimensionales más allá del espacio e infinito siquiera imaginado por el ser humano.

Mi nombre es Alan, Beta para los amigos de las rrss. Saludos extraterrenos.

 

Alan programó su blog y cerró su cuenta, se estiró un poco alargando su cuerpo tanto como le daban brazos y piernas, apagó su computador e intentó dormir acomodándose sobre la cama. La entrada que acababa de escribir se autopublicaría en algunos meses más, en su blog -si es que nada lo evitaba (incluido él mismo)-. Horas atrás recibió los resultados de los exámenes que confirmaban una forma agresiva e incurable de cáncer, después de llorar en el baño de su habitación, había decidido despedirse de buena forma de su millón de fieles seguidores. En el fondo de su corazón iluminado y bendecido, sentía que era capaz de salir bien parado del diagnóstico; a la vez, y con la opinión profesional de dos oncólogos, también sabía que moriría en unos cuantos meses. La amalgama de sensaciones contradictorias lo había desorientado al punto de hacer todo como si fuera a vivir y a morir simultáneamente: por un lado había decidido despedirse (convencido de que los médicos tenían razón) y, por otra, había decidido meditar para acelerar el proceso de reencarnación (porque de algo debían servir los cursillos de meditación que había pagado los últimos diez años). A pesar de sentirse cansado, no pudo conciliar el sueño y decidió salir a caminar pensando que un paseo corto lo sacaría de su estado de ánimo (nada favorecedor) para la meditación que practicaría por la noche. A pocos metros de la puerta de su casa, un conductor somnoliento que le daba like al blog “Despertar cósmico con Beta” perdió el control de su vehículo y se estrelló de lleno contra el mismo Beta; el conductor reconoció a su bloguero favorito y se sacó una selfie con él antes de llamar a una ambulancia (ignorando el mal estado en que se encontraba Beta después de volar metros sobre el jardín de la casa vecina): Beta falleció a los minutos de llegar al hospital. Curiosamente los pensamientos de Beta fluyeron hacia la idea de reencarnación, lo había estado pensando durante horas ese mismo día y fue el primer pensamiento que tuvo un niño, que en ese mismo segundo, cruzaba el canal vaginal de una mujer que profesaba maldiciones contra el personal médico que la atendía. Al niño lo alzó una matrona y lo dejó sobre el pecho de la mujer. Beta reconoció inmediatamente el rostro de su madre aunque hacía décadas que no la veía, se odió por haber pensado en la idea de reencarnación y pensó “mierda”.

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